Cartas de lectores: Una brillante nadadora
Espero que el Señor nos dé la paz que necesitamos para seguir adelante
¡Y ya!... La pileta quedó en silencio. Las brazadas no pudieron empujarla a la meta final. Dios sabe cuánto de esperanza se puso cada día, en cada oración, en cada sollozo. Sus pulmoncitos, que muchas veces le hicieran ganar copas, medallas y reconocimiento internacional, esta vez, cansados de luchar, decidieron apagarse. Todos los que la amamos de cerca sentimos su partida. ¡Cuánto llegó a amar lo que hacía! Sus miles de pequeños alumnos extrañarán sus clases, porque sabía cómo hacerse querer. Al principio cada niño lloraba porque no quería entrar en el agua. Con el tiempo era tal la ‘química’ que ese mismo niño lloraba porque no quería salir de la piscina. Sabía, como ella sola, cómo hacerlo. Su propósito siempre fue: “el niño tiene que amar el agua”. Por ahora estamos tristes. Sentimos su vacío, su ausencia. Espero que el Señor nos dé la paz que necesitamos para seguir adelante. ¡Alexandra!, descansa mientras todos los que disfrutamos de tu presencia lloraremos que ya no estés con nosotros. De mi inmenso amor te hablaré más adelante, cuando mi herida empiece a cerrarse. ¡Con todo el amor humanamente posible!
Roberto Montalván Morla