Cartas de lectores: Los centros de alto rendimiento

Como algunas cosas creadas en el gobierno del correísmo son una buena idea pero con pésima ejecución, hoy asambleístas correístas en desesperado afán por dar notoriedad al gobierno que implementó la idea, salen a perorar que los triunfos alcanzados en los Juegos Olímpicos de París son producto de los centros de alto rendimiento. Sostener esto es un despropósito propio de la mediocridad de un actor político que está en la Asamblea por el deseo de alguien que no tiene la menor idea de lo que significa ser asambleísta.

No he escuchado, hasta ahora, que algún atleta mencione, ni por casualidad, el centro de alto rendimiento donde obtuvo las características que le permitieron lograr los triunfos alcanzados. Yo esperaba que una asambleísta, que supuestamente lo es por algún mérito, lo mencione con la especificidad que tal promoción merece, pero pedir que la mediocridad actúe con inteligencia es un deseo vano. 

Que no vengan a decir que estos centros fueron dejados en abandono por los sucesores, pues eso desmentiría la afirmación de que fueron el germen de los triunfos. Confluyen la mediocridad de la asambleísta que lo afirmó y la falta de aceptación de los méritos personales de los atletas. Un triunfo en campeonatos olímpicos radica, principalmente en el empeño individual; los centros de alto rendimiento serían solo una herramienta que se puede aprovechar, jamás los gestores de los triunfos. 

Esto es difícil de entender para los mediocres, quienes si no tienen un mentor no llegan a nada. Basta recordar los triunfos de Rolando Vera, Jefferson Pérez, logrados cuando no había ningún centro de alto rendimiento, para desvirtuar la mediocre afirmación de la asambleísta cuencana. Lo importante es dimensionar los valores apropiadamente; los que en verdad empujan a un campeón son los que vienen desde adentro: la voluntad, la rebelión contra su situación social o el querer demostrarse a sí mismos sus alcances. 

No minimizo a los centros de alto rendimiento, valoro a la persona, algo que muchos dogmáticos y fanáticos quieren minimizar para hacer prevalecer las ideas de otros. Si tienen pruebas de que los campeones olímpicos son producto de los centros de alto rendimiento, menciónenlos específicamente y me contaré entre quienes los alaban, pero salir a atribuir la obtención de esas medallas o diplomas olímpicos a unos centros que ni siquiera ellos conocen, y que los medallistas ni siquiera mencionan como agradecimiento, es un despropósito.

José M. Jalil Haas