Cartas de lectores: Ciudades cautivas. Una terrorífica distopía urbana
Que Guayaquil sea una luz para marcar derroteros apropiados y decentes
Causa asombro y desconcierto mirar ciertas ciudades latinoamericanas, con poblaciones acosadas por la delincuencia y víctimas de la mediocridad e indolencia de sus ayuntamientos que han convertido sus barriadas en insensatos e inciviles corrales cercados con rejas que bloquean calles públicas y pasadizos, tomando aquellas y trastocando todo concepto mínimo de lo que es un núcleo moderno de seres humanos, y afectando la funcionalidad de una comunidad civilizada en cuanto a emergencias, servicios médicos, mantenimiento urgente, reparaciones y una obvia circulación de personas y vehículos; con calles que incluso son ‘privatizadas’ como garajes permanentes de vehículos particulares. El panorama estremece; esto viola todo principio ético y legal, más aún si no representa una real solución a la inseguridad, pero sí una grotesca involución urbana y cívica que acarreará un desmantelamiento brutal de las aspiraciones de progreso y sana convivencia de una población. La única ‘regularización’ que cabe a tamaño despropósito es que en un plazo perentorio se desmantele todos esos enrejados. En el supuesto no consentido que se les autorizara, ¿quién responde legalmente por la contratación legal y formal de empleados que abran y cierran rejas las 24 horas del día, el contrato de un seguro para cubrir al menos la responsabilidad civil por entorpecer auxilios urgentes, afectaciones a terceros, etc.? El difícil problema no admite claudicaciones vergonzosas, pero sí un plan maestro de seguridad, una verdadera cruzada con intervención de entes públicos que bajo estrategias y acciones novedosas e inteligentes otorguen aceptable satisfacción y tranquilidad a los residentes. Es necesario asumir que la seguridad se logra con una profunda mística ciudadana de solidaridad y trabajo mancomunado con autoridades, mas no con un autoenclaustramiento abusivo, insensato y que atropella el obvio e irrenunciable derecho a una libre circulación. Que Guayaquil sea una luz para marcar derroteros apropiados y decentes, que hagan realidad los legítimos anhelos de un conglomerado de personas afectado por la indolencia y la maldad.
Augusto Osorio M.