Cartas de lectores | ¿Conversa o dialoga con sus hijos?

Los padres no tienen tiempo para dialogar con sus hijos, para ayudarlos a reparar

Conversar es hablar sobre el mundo que nos rodea. Dialogar es hablar sobre el mundo que somos. Como padres, ¿cuál opción practica? ¿Cómo es posible que padres e hijos vivan bajo el mismo techo por años y estén completamente aislados? No se conocen, no saben lo que piensan sus hijos, ni conocen sus emociones. Dicen que se quieren, pero gastan poca energía en cultivar el amor. Se preocupan por una pared agrietada, por el auto, la ropa, pero no por las fisuras emocionales y problemas de la relación familiar. Los padres no tienen tiempo para dialogar con sus hijos, para ayudarlos a reparar la alegría, seguridad o sensibilidad que pierden. La más fascinante empresa social es la familia y su única moneda es el diálogo. Si destruimos esta empresa que formamos por amor, ¿cómo se sostendrá la relación padres-hijos? Se irá a la ruina. Debemos adquirir el hábito de reunirnos por lo menos una vez a la semana con nuestros hijos para dialogar, darles seguridad, que puedan hablar de sí mismos, de sus preocupaciones, inquietudes, decepciones, de lo que sienten por primera vez al recibir una flor, un beso. No imaginan lo que estas reuniones pueden promover. No hay magia para construir una relación sana, el diálogo es insustituible. Hay un mundo por descubrir en cada niño y joven, incluso en los más complicados y aislados. Muchos jóvenes agresivos y rebeldes están gritando mediante sus conflictos; son llamados de atención que imploran presencia, cariño y atención de los padres. Hoy en día hay un índice bien alto de suicidio en los jóvenes, todo por falta de diálogo, amor. Quien comete un suicidio, no quiere matar la vida, sino su dolor; tiene hambre y sed de vivir. Lo que quiere es destruir el sufrimiento causado por los conflictos, la soledad en que se encuentran, la angustia que los agobia. Abrazar, besar, acariciar y hablar espontáneamente con los hijos cultiva la afectividad, rompe los lazos de la soledad. El diálogo es una perla oculta en el corazón. Cara porque oro y plata no la compran; accesible porque hasta el más pobre puede encontrarla. ¡Búsquela antes de que sea muy tarde! En estas vacaciones aproveche para estrechar relaciones afectivas con sus hijos.

Sara María Garaicoa Granizo