Cartas de lectores | La Creación: maravillosa obra de Dios

No permitamos que con nuestras actitudes se oscurezca la belleza de la sublime creación

Hablar de la Encarnación es admirar la Creación. Jesús contempla extasiado: la hierba, la vid, el viento, las nubes, la luz, el fuego, lo bello del firmamento. El crecimiento de un árbol que a partir de una semilla llega a hacerse tan lozano, que los pájaros del cielo fabrican en él sus nidos. Él trae el cielo a la tierra y alza la tierra hasta el cielo, Él está cerca del hombre, de ese humilde campesino, y sabe de la paciencia con que cultiva sus higos y a pesar de sus cuidados tardan en llegar sus frutos. Él sabe de los peligros que soporta la semilla: puede quemarla el sol... las espinas sofocar, los pájaros picar y los que pasan pisar. La cizaña está presente a pesar de sus cuidados. Estemos muy vigilantes para así poder crecer y conseguir lozanía en la vida espiritual. Sus enseñanzas están a manera de parábolas, pobladas de animalitos... desde los grandes camellos hasta el pequeño mosquito. Sencillez de la paloma, prudencia de la serpiente, cerdos que ensucian las perlas, lobos que atacan su presa. Jesús mira la alegría de los pájaros que vuelan y piensa en la providencia amorosa de su Padre. También mira los polluelos cobijados por su madre y recuerda su misión: de reunir a todos sus hijos que viven desamparados y tan dispersos de Dios. Nos anuncia su venida, en absoluta pobreza (un pesebre), ojalá los cobijados seamos como ovejas dóciles y muy sencillos para conocer así su corazón de Pastor. Y no olvidemos al asno, que es como un signo mesiánico y al pez como tesorero que facilita moneda, para pagar el tributo que le reclama su Templo. En fin, el mundo animal le ofrece su material para formular sus críticas, algunas veces severas, Pero con mucha ironía, de heroísmo refinado: como colar un mosquito y hasta hacer pasar camellos por el ojo de una aguja. Vemos pues la simpatía de nuestro amado Dios por todo lo que Él ha creado. No permitamos que con nuestras actitudes se oscurezca la belleza de la sublime creación. Evitemos el pecado, demostrando a nuestro buen Dios, gracias y fascinación por la belleza profunda de su gran obra de amor, como es la Creación.

Martha Reclat de Ortiz