Cartas de lectores | Democracia participativa

Todo aquel que comprende los juegos y falsedades de los politiqueros debe opinar y entrometerse

Nueva campaña electoral con los mismos rostros de ayer; nada cambia, sigue la ruta del tango cambalache. ¿De qué sirve enunciar el Código de la democracia si parece letra muerta, pues la democracia participativa es solo una máscara que ensombrece el objetivo? La norma que dicta dicho código obliga a movimientos y partidos políticos registrados a realizar elecciones primarias para designar candidatos que los representen en la contienda de elección popular, norma que los caciques partidistas obvian porque ya ellos decidieron; al parapeto de convención nacional invitan solo a aplaudir sus decisiones pero, ¿a qué responde esto, por qué desvían el curso de la ley, por qué esa superficialidad para atender asuntos importantes en un Estado de derecho? ¿Es incapacidad para rodearse de personas idóneas, presunción e ineptitud de concebir grandes planes de país, o solo obligarse a pensar en sus bolsillos, con la comitiva de gandules que los acompaña siempre? Lamentablemente todo se derrumba cuando los ineptos o sinvergüenzas se suceden en la cúspide del Estado, más aún si quien gobierna se debe a un grupúsculo o a un solo apellido, dejando al descubierto prácticas dinásticas de la era incaica. En su carrera por alcanzar el poder olvidaron aprender que los ideales son más importantes para quienes no sufren hambre ni penurias, antes que para quienes apuestan su vida por la esperanza de que haya un día en el que su familia no suplique en silencio por un pan. Es justo en este punto de inflexión cuando salta la muletilla de que “el lujo de los ricos siempre se asienta en la miseria de los pobres”. Razón tenía el pensador romano que se atrevió a aseverar que no se puede ser un gran político si se carece de instinto asesino, miedo que nos insuflaron; hemos perdido capacidad de reacción, convertido el coraje y valor en un pequeño duendecillo que se esconde, ya que si lo buscamos huye y se divierte con nuestro sufrimiento. Somos mortales tan pobres que nos acoplamos al desgaste y aceptamos dócilmente el látigo que usan contra nosotros los verdugos que elegimos. Todo aquel que comprende los juegos y falsedades de los politiqueros debe opinar y entrometerse para evitar que la patria sea esclava o juguete del que gobierna con tiranía. Un pueblo que consiente tiranías y tiranos es un pueblo muerto. Imposible olvidar que cada cierto tiempo se crea un monstruo, pero el tiempo y la tecnología también nos dan armas apropiadas para terminarlo.

Juan Francisco Idrovo Martínez