Cartas de lectores: La democracia en peligro

Es muy posible que muchos estimen inconveniente cuanto dejo expresado, incluso que me censuren

Hace ya algunos meses que quienes procuramos interpretar la realidad política-económica y social del país venimos expresando la insatisfacción general que existe respecto a la conducción dirigida en primer término por el Gobierno Nacional. Estamos viviendo una farsa democrática que encubre la realidad de todas las funciones del Estado que ejercen el poder público; se encuentran en condiciones tales que van desde una práctica desaparición hasta una mera existencia formal. 

Se las observa carentes de la credibilidad y vitalidad que solo pueden provenir del respaldo ciudadano y, lo que es definitivo es que ninguna de ellas duda, ni por un momento, en actuar al margen de las normas constitucionales con tal de satisfacer mezquinos intereses nacidos en espíritus pequeños y cerebros aún más pequeños. Todas estas condiciones determinan la inexistencia real de un Estado de derecho, el cual ha sido remplazado por una situación de hecho, donde intentan mandar las funciones Ejecutiva y Legislativa, mientras que a las otras lo único que les interesa es la estabilidad de sus actuales integrantes.

Invito a las personas pensantes y con mayores conocimientos políticos que yo, apolítico de siempre, para que tras un examen crudamente objetivo y profundamente realista, vean si es posible arribar a conclusiones diferentes de la que me he permitido exponer, con pesar, pero convencido de que, ante lo inevitable, es preferible mirar de frente lo que deberá venir y contribuir a que lo que se haga sea hecho de la mejor forma posible. ¿Cuáles son las razones para pensar con pesimismo? Es muy sencillo: el oscuro capítulo en la institucionalidad y la democracia ecuatoriana con la reciente suspensión por 150 días de la vicepresidente de la República y la descalificación de un candidato presidencial, lo que para varios constitucionalistas y dirigentes políticos carece de toda base legal, y se consideran un irrespeto a la Constitución, ley suprema del país.

Es muy posible que muchos estimen inconveniente cuanto dejo expresado, incluso que me censuren, pero es mi fiel punto de vista como un ciudadano más, sin ningún sesgo político, luego de observar y analizar lo que ocurre en nuestra frágil y vilipendiada democracia. Los poquísimos políticos y ciudadanos que se saben ajenos a la concupiscencia generalizada, tienen en cambio, la obligación de rescatar nuestro sistema democrático para conducir sobre él un Ecuador posible y mejor.

Mario Vargas Ochoa