Cartas de lectores: Después del paro de transporte urbano en Guayaquil, ¿qué?

Cuando se irrespetan o deprecian, no hay vuelta atrás

El paro parcial del servicio de transporte urbano desde el 9 hasta el 12 de septiembre que padecieron los habitantes de la ciudad fue un atentado en forma directa contra los intereses paupérrimos de las grandes mayorías más desposeídas. Lo sucedido tuvo todos los ingredientes para escribir un caso robusto de negocios y política. Esta lleno de contextos, reflexiones, contradicciones y muchos aprendizajes. Además, todos estamos conscientes de que los transportistas, con plena conciencia de la necesidad que tiene la ciudadanía del servicio público que prestan, se consideran particularmente fuertes. En primer lugar, la cultura: está en el ADN de los ecuatorianos que la mejor forma de negociar fuerte es a través de las paralizaciones. El hacer del pasado ha demostrado las ventajas para aquellos que promueven las paralizaciones. La receta está bien patentada y en desarrollo. Ha sido y es una receta muy efectiva. La cultura se crea con el ejemplo, ya sea esta, para bien o para mal.

Segundo, la coherencia. ¿Por qué lo que ayer se aplaudió, promovió, hoy es malo? ¿Por qué si ayer el fin justificaba los medios, hoy deja de ser un criterio válido? La política puede ser el arte de la incoherencia, pero la cuenta de cobro llega en cualquier momento.

Tercero, las promesas. Lo que se promete a los grupos de intereses se debe cumplir: la subida de los pasajes, sin que estos sean desproporcionados, a cambio de las mejoras que deben realizar en las unidades de transporte.

Cuarto, la comunicación asertiva. Los acuerdos son muy importantes y deben ser cuidados de manera genuina, que no afecten a terceros. Cuando se irrespetan o deprecian, no hay vuelta atrás.

Y por último, el peligro de las agendas ocultas destructivas, a las que le faltó mucho olfato político. El capricho de las dos partes en conflicto les pasó una factura muy grande a los usuarios del servicio público, que resultó la única víctima tanto económicamente, como en su derecho inalienable a vivir en paz. ¡Después del paro qué...!

Mario Vargas Ochoa