Cartas de lectores: Disidentes, discrepantes, oportunistas o traidores

¿Tendrán credibilidad esos oscuros personajes? ¿Volverían a darles sus votos?

El disidente tiene derecho a discrepar si considera que su partido no encarna los ideales que lo motivaron a incorporarse a él. Eso es normal en una democracia que da libertad al individuo de continuar siendo miembro o no de una agrupación. Pero cuando ha sido elegido para una dignidad pública auspiciado por esa organización y emerge en el uso de su función el individualismo, y soslaya el compromiso partidista aduciendo inconformidad con sus mentores, y en infidencia pública expone las debilidades de forma y fondo del organismo que lo acogió y catapultó a la función que ostenta, o incluso renuncia a su filiación partidista y pone su imagen en vitrina para que otro partido en auge lo admita en sus filas, sin dimitir del cargo, es oportunista y traidor. El pudor para estos sujetos es un mito y la traición el código de su existencia. El movimiento que los acoge es una tienda de baratillos, que miran lo mercantil, disfrazado de civismo. En el escenario político ecuatoriano estos casos son cotidianos, pero muchos siguen votando por ellos. Son tan cínicos que se autotitulan salvadores de la patria o adalides del civismo y la moral. El país, en una encrucijada, no sabe qué camino tomar; la ciudadanía desconfía hasta de su propia sombra; decepciona ver que sus otrora líderes se han convertido en héroes de barro. ¿Tendrán credibilidad esos oscuros personajes? ¿Volverían a darles sus votos? El tango Cambalache sigue teniendo vigencia. Es el lema de los cínicos, que siguen engañando a una considerable parte de la sociedad.

Lenin Manuel Moreira Moreira