Cartas de lectores: Bajo el escudo de la libertad de expresión

Los tiempos son difíciles pero nada justifica violentar la libertad

Me cuesta aceptar que bajo el escudo de la libertad de expresión o de cultura liberal cualquier acto de odio y su apologética no sea objeto de sanción, ni siquiera de cuestionamiento. La línea que divide tolerancia e intolerancia, bajo el argumento señalado, podría ser invisible e inexistente, por ejemplo, cuando los actos tengan que ver con xenofobia, racismo, fanatismo religioso, etc.; siempre habrá quién los fundamente y justifique. 

Un grupo musical quiteño, Mugre Sur, en las fiestas capitalinas, contratado por el municipio local, dedicó una canción “al 52 % de florindos hijos de p... que como líder tienen un cartón”. Pidieron que “¡quemen a ese hijuep…”, y luego pasaron a simbolizar un ahorcamiento de la imagen encapuchada del presidente de la República”. ¿Y si en lugar de dedicarle “al 52 % de los florindos” -que es reconocer que son mayoría en el país-, la canción era para el alcalde Muñoz, lo representaban de cualquier forma; lo ahorcaban y lo quemaban, había la presentación? 

Periodista que soy, jamás he aceptado que la libertad de expresión no tiene límites. No creo que la expresión cultural y la libertad artística no tengan límites. Si fueran ilimitadas habría que dejar sin valor el honor, la raza, la religión, la homofobia y todo aquello que, con o sin razón, se condena. En el caso de la libertad de expresión se dice que “su majestad y su grandeza se justifican en su construcción de un mundo mejor, hacia el bien público, hacia el interés colectivo. Su aplicación no puede sustraerse del respeto y guarda de otros derechos y libertades”. 

No tiene que haber censura previa sino conocimiento de cuáles son los límites de las libertades que, “siendo un derecho inalienable de los pueblos” no son coartadas cuando se entiende que no es admisible la estigmatización y deshumanización bajo el paraguas del odio político, olas migratorias, color de piel, creencia religiosa

Que este u otro grupo musical, o cualquier persona o colectivo social esparza pólvora con sus palabras, escritos y gestos “contra las fallas de sistema social, la corrupción y la hipocresía humana” no está mal, pero agredir, insultar, vejar, incitar al caos y a la violencia no está bien. ¡Cuidado defensores de las libertades sin límites! Su promoción y fomento, más pronto que tarde las vuelve incontrolables y deja en el aire el axioma de tu derecho termina donde comienza el del otro. Los tiempos son difíciles pero nada justifica violentar la libertad. El “respeto al derecho ajeno es la paz”.

Jorge A. Gallardo Moscoso