Cartas de lectores: Homenaje póstumo a la generación del 40 al 60 siglo XX

Nacemos desnudos y sin nada nos vamos. Nos estamos yendo

Nos estamos yendo, escuché, mientras el sepulturero procedía a cerrar la fosa de la bóveda, donde en una caja lúgubre de nombre ataúd yacía rígido, macilento el cadáver de un amigo. Esperábamos que colocaran la lápida con su distintivo nombre. Esperamos el empujón para que permanezca en un pequeño espacio rectangular quien en vida caminó por amplios senderos bajo cielos de infinitos horizontes. Muchos dicen que este es el último momento presente. 

Los concurrentes están por cumplir este acto de piedad cristiana. Los amigos de toda la vida, pocos, nos estamos yendo. Lo que importa es acompañarlo y darle el fraterno adiós aunque estemos impedidos de brindarle un ultimo abrazo. 

Al ver depositar los despojos mortales de un amigo (a) se siente en el ambiente pena, congoja, resignación e impotencia. Quien ayer estuvo, ya nunca estará. Absortos, pasan por nuestra mente gratos momentos y los de tristeza, una síntesis de los tiempos juntos. No hay mes del año en que no tenga de concurrir a velorios y cementerios para presenciar estos duros momentos. 

Se siente, que parte de nuestra vida e historia personal se diluirán en los insondables laberintos del tiempo. O en la pesada bruma del pasado, al que hoy le restamos valor y que calificamos como espejismo, al darnos cuenta de lo efímera y corta que es la vida, y lo eterno de la muerte. Bajo la nostalgia de las cosas realizadas y de lo que no pudimos concretar, saltan las lágrimas, hiere el corazón. 

Sofocamos el dolor, apagando el grito lastimero que con toda la fuerza del sentimiento quiere expandir lo que bulle por todos los resquicios del cuerpo, agitando las neuronas, quemando y taladrando todas las fibras de nuestra condición humana. Si filosofáramos, haciendo un aparte respetuoso a la religión, costumbres, creencias, tradiciones, tendríamos que decir a modo de protesta ante la muerte que la vida es un fiasco. 

Por qué y para qué, anhelamos alcanzar y superar metas, el porqué de las guerras, ambiciones, rencores, odios, peleas, entuertos, rencillas, menosprecios, trabajo, estudios, esfuerzos, dedicación, ahorro, mezquindades, egoísmo, cuando lo único valedero en nuestra efímera existencia es llevar una vida en armonía con nuestro modo de ser y por supuesto de pensar. Y cantar, cantar, como cantaba el jefe: para qué vamos a sufrir tantas tristezas, si bebiendo la podemos olvidar, entre, risa, copa y disco... Nacemos desnudos y sin nada nos vamos. Nos estamos yendo.

César Antonio Jijón Sánchez