Cartas de lectores: El loco Daniel
¿Alguien hizo esto? ¡Nombres, nombres! Vaya tranquilo Daniel, los rivales no le llegan a los talones
En los 80, Jaime Roldós Aguilera, joven que prometía mucho, se aprestaba a engullirse a los viejos políticos que él denominaba los Patriarcas de la Componenda. Nadie creía en el impulso arrollador de Roldós, que dejaba atrás el recuerdo de las dictaduras militares y que incomodó con su Doctrina Roldós al señor Ronald Reagan, simpatizante de las dictaduras. El reconocido periodista lojano Alejandro Carrión ‘Juan sin Cielo’, crítico lapidario, escribió en El Universo y El Comercio un editorial que puso a temblar a los ‘patriarcas’, titulado, “Roldós gana”. Se inició entonces lo sucio y habitual en el país: una carísima y prohibitiva campaña de difamación contra el nobel candidato. Él estaba limpio y tenía una acrisolada vida que nadie podía prostituir. Yo lo tenía al tanto de los últimos acontecimientos y chismes. Un día me dijo: hazme una lista de todos los insultos con que me han adornado mis enemigos. Me tocó cumplir la orden, le presenté y comentó entre carcajadas: “te faltan dos, ladrón y mari..., pero ya me lo dirán”. Y así fue. En los días que vivimos, con tremenda cantidad y calidad de inventos y robots, hasta hoy no escuchamos que a Daniel Noboa le hayan endilgado semejantes insultos; máximo le han dicho inexperto, abusivo y loco. Yo quisiera para el país un montón de estos locos, que actúen con energía, que invadan una embajada tramposa para atrapar a un delincuente que se iría burlándose y con millones de dólares en el bolsillo, igual que la Duarte; locos que respalden la verdadera justicia y a una fiscal valiente que se juega la vida todos los días, y que con Metástasis, Purga y Plaga ha puesto al descubierto a cientos de malhechores y apresado a jueces y fiscales delincuentes que cobran fortunas por veredictos ilegales, y que son producto de la metida de mano en la justicia del mayor ladrón de la historia, aquel que fungió de jefe y organizador de las estructuras criminales que van apareciendo todos los días. ¿Alguien hizo esto? ¡Nombres, nombres! Vaya tranquilo Daniel, los rivales no le llegan a los talones. Que la anécdota de los milagros patriarcales le sirva para ignorar las ofensas de los revolucionarios cleptómanos que respiran por la herida y no saben qué hacer para quedar impunes; pero como se ha hecho costumbre, pelearán ardorosamente por su segundo puesto y el que sabemos, trotando solitario los mundos hasta que le llegue la tarjeta roja de Interpol, como al Fito.
Carlos Mosquera Benalcázar