Cartas de lectores: La luna compañera
Un muelle, pequeño, palmeras alegres y barcos que tiritaban luces en el horizonte, eran el marco perfecto para jurase amor
El rincón preferido para sus encuentros casuales eran los parajes cubierto de brisa marina y susurro de olas, acompañados del trinar de aves marinas.
El malecón del balneario de Salinas era el lugar preferido y cómplice de las citas. Los edificios, una cortina frente al mar y los botes varados sitios ideales para el diálogo amoroso.
Al terminar el ocaso, ella llegaba con traje de randa vaporoso era una Nereida que salía de su aposento para complacer a su amado, cada noche de mayo al terminar la temporada.
La playa era solo para dos, no existían turistas, ni nativos.
Un muelle, pequeño, palmeras alegres y barcos que tiritaban luces en el horizonte, eran el marco perfecto para jurase amor.
A esta cita nunca dejaba de faltar la luna. Se quedaba junto al cerro cubierto de estrellas, donde escribía con besos su nombre. Cuando ella no llega, la estrella celeste siempre me acompaña.
Evelio Patricio Reyes Tipán