Cartas de lectores | Migración, deportaciones y remesas
Esto recién empieza, veremos más deportaciones y habrá nuevas historias que se reflejarán en ecuatorianos que retornan
Las remesas (probablemente) superen los 6 mil millones de dólares al cierre de 2024 (según estadísticas del Banco Central del Ecuador, 7 de cada 10 dólares que ingresan al país anualmente por ese concepto, tienen origen en Estados Unidos), cifra que viene creciendo significativamente desde la crisis económica de fines del siglo pasado que llevo a la mayor corriente migratoria de ecuatorianos; ni la pandemia detuvo el ascenso de estas transferencias que recibe el país. Las remesas han brindado liquidez a miles de familias en Ecuador, reflejado en la mejora de su capacidad de consumo, más allá de los problemas sociales detrás de ella (ruptura de familias, hijos que crecen sin padres y están al cuidado de familiares o amigos, entre otras duras realidades). Desde 2021 la corriente migratoria vuelve al alza por las condiciones macroeconómicas que venimos atravesando, siendo los compatriotas uno de los mayores grupos humanos que atraviesan la selva del Darién (aunque en 2024 el flujo tuvo una caída). Vuelven a estar en la palestra las remesas con la llegada de Trump a la Casa Blanca por segunda ocasión, con una de sus principales ofertas de campaña: la deportación de toda persona que se encuentre en situación irregular en EE.UU., en especial los que tenga antecedentes criminales (aunque ese segundo factor poco importa si lo detienen en una redada: “es indocumentado; fuera de EE.UU.”). Es claro el mensaje, desalentar la migración irregular hacia allá; están en su derecho de hacerlo; obviamente es discutible el método. Ahora bien, podría existir un impacto en el flujo de remesas por varias razones: ecuatorianos que estén como ilegales enviarán menos dinero o ya nada, porque los deportan, dejan de asistir a sus trabajos por miedo de alguna redada en el lugar o en el trayecto, les restrinjan los accesos a servicios públicos y demás situaciones que imposibiliten tener ingresos y corten así el envío de dinero a sus familiares en el país. Esto recién empieza, veremos más deportaciones y habrá nuevas historias que se reflejarán en ecuatorianos que retornan: el pago de una deuda que adquirieron para hacer su viaje, la falta de empleo y demás factores que podrían arrastrarlos (en algunos casos) a ser parte de bandas delictivas (ante la falta de oportunidades). Por ello es necesaria la acción conjunta para remediar esta realidad latente y que podría desencadenar nuevos problemas psicosociales y económicos, además de potenciar los actuales.
Jorge Calderón Salazar