Cartas de lectores | Padre

Así recuerdo y recordaré mientras viva, a mi padre Rafael Coello Serrano, fallecido el 16 de mayo de 1992.

Tiene la severidad del bronce y la ternura de los árboles, que son fuertes y dan sombra cuando deben darla y permanecen erguidos cuando es hora de mirar al cielo y no a la tierra. Es caminante de todas las fatigas porque el hogar necesita pan para el alimento, madera para el fuego del invierno, cobijo y seguridad en las tempestades. Sonríe y frunce el ceño, según convenga, a fin de hacernos sanos y eficaces para siempre. Es enérgico, implacable, sobrio quizás hasta violento si es necesario, cuando allá en lo último, solo anhelaría ser blando, tolerante, generoso, sin un gesto ni mirada de dureza. Es quien suele vernos de niños, ya dormidos y de adolescentes con paciencia por las incipientes rebeldías de hombres, ya más como amigo, confidente, quien sabe sino como camarada cuando, supremo sacrificio, desearía poder compartir las caricias que damos a nuestras madres, la bondadosa complicidad que ellas tienen para con nuestros caprichos, el místico fervor que le profesamos como hombres. Tronco, tienda, amparo, refugio, solo al perderlo se comprende todo lo que se lleva de nuestra propia vida, todo lo que con él se marcha, y toda la inmensa responsabilidad de sentir que debemos, ahora solos, comenzar de nuevo. Riguroso y bueno, severo y dulce, pasa por la vida con la consigna del más noble de los trabajos: dar ejemplo, milicia de todos los días, de todas las horas. Así fue, así es el retrato de su padre, el del mío, el de todos. Dr. Arturo Berenguer Carisomo. Así recuerdo y recordaré mientras viva, a mi padre Rafael Coello Serrano, fallecido el 16 de mayo de 1992.

Alejandro Coello Romero