Cartas de lectores: El panorama nacional es sombrío para los desposeídos

Los políticos siguen enfrascados en sus luchas por captar el poder, dándole la espalda al pueblo

La inseguridad y el hambre son dos de los flagelos más grandes que enfrenta el pueblo del Ecuador. Hay más del 60 % de pobreza y extrema pobreza entre su población. Así, vemos que los centros de salud y hospitales públicos, por mucho que las autoridades digan lo contrario, están desabastecidos casi en su totalidad. No existen reactivos para hacer exámenes de cualquier tipo, tomógrafos y equipos de radiografías. O las máquinas están dañadas o no hay quienes las pongan a funcionar. No hay medicinas, el personal médico trabaja con lo que puede. En el sistema de salud pública los pobres solo llegan a morir, por falta de todo. En el IESS es la misma historia, no hay medicamentos para el tratamiento de enfermedades, los derechohabientes llegan a citas en muchos de los casos que no se cumplen; los pacientes con enfermedades catastróficas son un triste ejemplo; no hay especialistas y los pocos que existen, atienden cada tres o seis meses, sin poder prescribir las medicinas que necesitan los pacientes. Todo es carestía, calamidad e indiferencia.

A raíz de la crisis económica, la pandemia y la corrupción enquistadas en las instituciones, donde se ha ahuyentado a inversionistas nacionales y extranjeros, en los últimos años se han cerrado empresas y negocios, lo que ha incrementado el desempleo. Las caravanas de compatriotas que migran hacia el norte y otros países son producto de la desesperación al no tener cómo subsistir junto a sus familias. La seguridad ciudadana está completamente quebrantada. Los asaltos, vacunas, robos, sicariatos, secuestros y demás acciones de la delincuencia común y organizada tienen doblegados a los ciudadanos. Y ni hablar del terrible daño a la endeble economía que representa el desmesurado pago que tienen que hacer los familiares que son víctimas de extorsión; por lo que existe desesperación y terror en los perjudicados de este despreciable flagelo, que los lleva inevitablemente ala ruina.

Por su parte los políticos siguen enfrascados en sus luchas por captar el poder, dándole la espalda al pueblo. Vemos cómo la violencia política continúa dividiendo a la familia ecuatoriana. En sus discursos está ausente el fortalecimiento de la democracia y la búsqueda de soluciones a los grandes y serios problemas que sufren los ecuatorianos pobres cada día. No les importa nada; ni los pobres que siguen aquí, ni nuestros migrantes, ni lo que les pueda suceder. ¡El país se cae a pedazos!

Mario Vargas Ochoa