Cartas de lectores: Los pericos de la Guillo
Una calle de Santa Elena se cubría del trino de pericos en verano
La abuela Guillermina, más conocida como la Guillo en la comuna Juntas del Pacífico, Santa Elena, solía vivir para su finca y su pasión era cuidar más de dos hectáreas de plantaciones de ciruelas. A machete limpio era la mejor desbrozadora de las malezas que circundan las plantas. Cultivaba también tomate, pimiento y frijoles de palo que vendía o regalaba a conocidos al viajar a la ciudad. Tenía pasión por los animales, un pequeño venado domesticado era su mejor compañía, también una ardilla que saltaba por toda la estancia; los pericos de color verde, nunca dejaron de cantar, porque sueltos llegaban a comer cerca de un almácigo. Cuando salía al campo se encontraba con pequeños periquitos verdes recién nacidos abandonados o descuidados por sus madres. Los animalitos casi sin plumas eran llevados a casa donde los cuidaba como buena ave madre. Masticaba en su boca máchica, frutas y plátano cocido y apegaba a los polluelos a su boca para alimentarlos; su paciencia para cuidar a los periquitos era infinita. Las aves crecían hermosas y cuando estaban adultos salía a la ciudad con tres o cuatro pericos. Llevaba alforjas de ciruelas, zapallos, choclos y frijoles, junto a jaulas de pericos. Una calle de Santa Elena se cubría del trino de pericos en verano. En cada casa de los vecinos colgaba una jaula con un perico asechado por un gato. La Guillo regresaba a la comuna cargada de libras de arroz, azúcar, pescado seco y enlatados, que eran obsequiados en forma de trueque.
Evelio Patricio Reyes Tipán