Cartas de lectores | Recuerdos de un breve viaje a Venezuela
Los ecuatorianos nos sentimos bendecidos y atentos a tener un gobierno donde la democracia permanezca
Hace aproximadamente ocho años fui invitada al matrimonio de un sobrino en la Isla Margarita, en Venezuela. Viajé desde Guayaquil con una prima, la mamá del novio. Primero llegamos a Caracas, donde su primer hijo nació, cuando Venezuela era un modelo entre los países de Sudamérica. Ella había vivido en Montreal, Canadá, donde mi tío era cónsul del Ecuador, y contrajo matrimonio en ese país con un conocido empresario venezolano, con familiares en Venezuela. Él deseaba que su primer hijo naciera en su país. El Venezuela que ella conoció ya no existía; ella me conversaba que los edificios tenían balcones con plantas preciosas. Era, en esos años, el lugar elegido para hacer turismo; otras personas iban en busca de un mejor porvenir. Nos alojamos en el mejor hotel de Caracas. Mi prima desde Guayaquil se contactó con amigos que ella tuvo en los años que vivió de manera temporal allá. Al aeropuerto nos fue a recoger un amigo, un profesional. Ya vivía de forma muy diferente a la de antes, cuando en Caracas había democracia, no la dictadura actual. Fuimos a los que habían sido centros comerciales prósperos, hoy abandonados, llenos de grafiti. Una de las familias que ella conoció cuando nació su hijo nos invitó a una cena, conservaban su vivienda. Nos contaban que les tomó mucho tiempo conseguir los ingredientes para poder preparar el plato típico que deseaban ofrecernos. Nuestra estadía fue de dos días, el matrimonio al que íbamos era en la Isla Margarita. El cambio fue abismal; en la isla no se carecía de nada, todo lo contrario: el desayuno y almuerzo eran ‘buffet’. Los centros comerciales eran de lujo y se podía adquirir perfumes, carteras de marcas conocidas a precios económicos con el cambio de moneda. Mientras permanecimos en el hotel, los choferes que daban servicios deseaban comprar dólares.
He estado pendiente de las elecciones en Venezuela por el recuerdo de esa corta estadía, con deseos de que terminé la tiranía y regrese la democracia. Todos conocemos la gran emigración de venezolanos a otros países en busca de un mejor porvenir. En Guayaquil lo vivimos a diario: vendedores ambulantes, chicas que se emplean en casas para ayudar desde aquí a sus familias que se quedaron en Venezuela.
Estuve toda la noche esperando los resultados, viendo la gran votación de venezolanos, ansiosos por recuperar la democracia y volver a Venezuela.
Los ecuatorianos nos sentimos bendecidos y atentos a tener un gobierno donde la democracia permanezca. Tuvimos el peligro de perderla. Le agradecemos al presidente Lenín Moreno por haberlo evitado.
Laura Esther Gómez Serrano