Cartas de lectores: La Reina de Coral
Un día la Reina de Coral, como la llamaban sus amigas, se despidió de su hija de 14 años
En la década de los 60 llegó desde un rincón de Esmeraldas a laborar en uno de los cabarés más reconocidos de Santa Elena; se afincó cerca del lugar tan sola como llegó. En el centro nocturno era la envidia de las demás por su piel bonita color ébano. Su cabellera churona más negra que el coral. De rostro agraciado y escultural figura. Cada noche lograba la mayor cantidad de ‘puntos’. Se amanecía tomando aguardiente de caña. La vida se le complicó al enamorase y caer en manos de un amante sin responsabilidad, quien la embarazó dejándola en abandono. Su hija nació y vivieron juntas, acompañándose la una a la otra. Los barcos extranjeros llegaban a La Libertad-Santa Elena y bajo el muelle se apostaban mujeres de casa y de la vida airada. Eran bien pagadas y se peleaban por subir a los barcos. La fiesta a bordo era garantizada por su buen ambiente. Un día la Reina de Coral, como la llamaban sus amigas, se despidió de su hija de 14 años, le dijo que volvía a la madrugada, pero jamás volvió. La chiquilla se enteró de que la autora de sus días abordó un barco y nunca regresó. Entre zarpe y arribo la buscó y la sigue buscando por la playa; su cuerpo nunca apareció. La madre regresa en sus sueños, sigue fondeada cerca del muelle. La mataron y la desaparecieron los extranjeros. Su hija siguió su vida con el recuerdo de su progenitora desaparecida. Cada vez que recorre el muelle, bota un geranio al mar, la flor que le gustaba a su madre.
Evelio Patricio Reyes Tipán