Cartas de lectores: Repensar la educación que necesita el país
Repensar la educación con padres que asuman su rol en casa, con docentes que recobren su vocación de los primeros años
La visión del Ministerio de Educación dice: “El Sistema Nacional de Educación brindará una educación centrada en el ser humano, con calidad, calidez, integral, holística, crítica, participativa, democrática, inclusiva e interactiva, (…)”, y más adelante señala valores como respeto, honestidad, responsabilidad, justicia, etc. Este es el objetivo a alcanzar, el camino a seguir.
Pero la realidad qué nos dice. Estamos formando niños y jóvenes que ya tienen una mentalidad del mínimo esfuerzo, pues saben que aprobarán el curso aunque no estudien, aunque no cumplan las actividades o falten a clases 20 o 30 días (no se pierde año por faltas); todo está a su favor. Esto se lo palpa a diario en las instituciones educativas. Un ejemplo: estudiantes de básica superior y bachillerato con muchos vacíos, que no pueden hacer una resta, una multiplicación, o se les dificulta leer o escribir. Es decir, nuestro sistema educativo en contra de su propia visión.
Perdonar todo a los educandos no es formación, ellos crecen con este mal paradigma, normalizando antivalores y, junto al apoyo de algunos padres, defienden su derecho al incumplimiento, la irresponsabilidad y faltar a clases.
Está bien que el Estado se preocupe de la parte emocional de los estudiantes y su deserción, pero ¿a qué precio?, ¿bajando el nivel académico? Días atrás leía la opinión de una madre de familia que escribió: “hay bachilleres que no saben multiplicar o no saben escribir”, palabras más o menos. Duro pero cierto. En la última prueba Ser Estudiante se reflejó aquello.
Pero esta mentalidad del mínimo esfuerzo choca con la dura realidad: la sociedad busca y desea personas responsables, serias, cumplidas, disciplinadas, con destrezas básicas que les permita desenvolverse con normalidad, caso contrario les será duro triunfar. De ahí la importancia de repensar la educación, con padres que asuman su rol en casa, con docentes que recobren su vocación de los primeros años, ya que algunos solo ponen la mínima nota (no se hacen líos); de que la normativa legal no sea tan permisiva y facilista, y de que el Estado atienda oportunamente mejoras de infraestructura de los planteles. Todo esto es parte de la calidad y calidez.
Julio César Navas Pazmiño