Cartas de lectores: Tanto ruido para nada
Es indudable que hasta para conspirar, en este y en los otros tres asuntos que salieron mal, hay que ser hábil
Y pocas nueces. Debemos al Bardo esta frase de la comedia humana. Otros habrían sido los resultados en el propósito del Sr. Noboa de anular a la Sra. Abad si hubiese estado en el control del sistema legal, como antaño lo hiciera su innombrable predecesor de 2007-2017.
No fue así por algunas razones. La Sra. Abad es considerada un estorbo en el poder centralizado del Sr. Noboa, porque probablemente, dado su carácter, no habría sido dócil dentro de su mando.
El Sr. Noboa, en imitación a Morales en Bolivia, tal vez dispuso a sus asesores que dado un cuadro de actuaciones o fines ilegales lo mejor sería que encuentren la respuesta ‘legal’, pues para eso ‘estudiaron’.
El delito por el que se procesa a la Sra. Noboa es tan barato, puesto que al no haber otro peor no hubo mejor remedio que hacerla acusar mediante su vinculación. Habría responsabilidad de ella, pero la sanción se hace chusca y ningún juez independiente sería drástico.
Los asesores del Sr. Noboa son tan incompetentes que dentro de su arrogancia desprestigiaron a su jefe, en quien la gente confía cada vez menos. Dichos asesores no tienen una pizca de imaginación. La respuesta más sencilla era otra solución.
¿Cuál? Que el Sr. Noboa se fortalezca más con la Constitución en sus manos y en su pecho y que se debilite la institución de la Vicepresidencia si la Sra. Abad accedía a Carondelet. ¿Cómo? Impidiéndole el acceso a información privilegiada y ubicándola en el escritorio solo para que firme.
Así el Sr. Noboa tendría su iniciativa inalterable: en campaña para la reelección, mientras su reemplazo acataría sus disposiciones de mala gana y el gabinete quedaría ensartado como un nudo en las decisiones del Sr. Noboa.
¿En qué consistió la falla? Los dimes y diretes obedecieron a un manual de instrucciones mal redactado que se basó en un guion preparado por aficionados.
Es indudable que hasta para conspirar, en este y en los otros tres asuntos que salieron mal, hay que ser hábil.
Francisco Bayancela González