Cartas de lectores | Tacho Ortega
Espero que luego de él, Nicaragua encuentre una ruta de progreso, justicia y paz para su pueblo
En julio 1979 el FSLN, con regocijo de la gente y simpatías de la comunidad internacional, entraba triunfante a Managua. Anastasio ‘Tacho’ Somoza, dictador de Nicaragua, había sido depuesto por las armas. El FSLN era la esperanza de la gente. Viví mas o menos de cerca la lucha nica. A inicios de 1979 llegaron a la universidad en EE.UU. donde yo estudiaba, muchos nicaragüenses para aprender inglés y huir de la guerra. Hice gran amistad con tres; seguíamos, junto a otros de sus compatriotas, el desarrollo de la guerra. Celebrábamos los avances del Frente, más si las noticias traían la caída de otra población a manos de los rebeldes en su camino a Managua. Daniel Ortega era uno de los queridos comandantes del Frente. Representaba rebeldía, valentía, liberación; uno de aquellos en quienes esa gente tan sufrida ponía sus esperanzas de días mejores, que prometían la Nicaragua sin Somoza, lograda a sangre y fuego, a costa de las vidas de tantos jóvenes que desde trincheras urbanas se enfrentaban a la Guardia. Ese Frente fue una decepción y Ortega la mayor de todas; el mayor traidor de los ideales por los que tanta gente dio su vida. La Nicaragua sin Somoza de hoy no es mejor que la de antes. La Nicaragua de Ortega es peor, tanto o más represiva, empobrecida y tiránica; gobernada con tanto o más brutalidad. Y este ‘tacho Ortega’ no por Anastasio, sino por el tacho de basura que es, es un tirano tan despreciable como el anterior. Es un vil traidor. 45 años después de la entrada a Managua y la salida de Somoza, la Nicaragua por la que tanta gente tanto padeció para librarse de un tirano opresor, está hoy sumida en la misma o peor miseria y abusos de otro tirano, tanto o más opresor, que en su tiempo dijo ser su liberador. Somoza, odiado, logró huir de Nicaragua y refugiarse en Paraguay, cobijado por Strossner. Poco después, hasta allá lo alcanzó el ánimo de venganza que el odio de décadas de tiranía y opresión generó en su pueblo. De un bazucazo acabaron con él en Asunción; un crimen por el que no se hicieron grandes reclamos de justicia y por el que, salvo familiares, pocos lloraron. Fue el fin de ese opresor. Un día terminará el martirio de Nicaragua bajo el ‘tacho Ortega’. En qué parte del mundo terminará y cómo, el tiempo lo dirá. Espero que luego de él, Nicaragua encuentre una ruta de progreso, justicia y paz para su pueblo, que lleva casi 80 años bajo el yugo de los Somoza o de Ortega, todos tiranos de la misma calaña.
Carlos R. Rodríguez