Cartas de lectores: Hace veinte años se apagó la voz del pueblo
CARR aún vive en el corazón de los ecuatorianos
Carlos Armando Romero Rodas, el popular CARR, nunca aceptó cargos especiales en la política. Acaba de cumplir 20 años de su paso a la eternidad. Con su micrófono se convertía en reloj todas las mañanas y su voz era escuchada sobre todo por la clase obrera de la ciudad y la provincia. Su emisora se convirtió en la más famosa y querida y él en el más grande radiodifusor guayaquileño de todos los tiempos. CARR era multifacético y el prototipo del hombre humilde salido del pueblo, un verdadero triunfador que se fue puliendo por su trabajo talentoso. Nunca le puso precio a nada, su mano generosa se extendió igual para todos, sin mirar estratos sociales. Se identificó con el soberano y disfrutó sin hipocresías las bondades que salían de su noble corazón. Siempre manifestaba que nadie es perfecto y lo decía por la amorosa pasión que sentía por el sexo femenino. CARR arribó al mundo de locutores radiales cuando brillaban narradores deportivos como Ralph del Campo, Paco Villar, Ecuador Martínez y Jacinto Landázuri Soto. Aunque nunca lo vi practicar disciplina alguna, era amante del deporte y aceptó ser presidente del Centro Social Cultural y Deportivo River Oeste, institución suburbana donde destacaron grandes talentos del boxeo ‘amateur’. Radio Cristal nació en 1957, cuando movimientos políticos de derecha llevaron a la presidencia al Dr. Camilo Ponce Enríquez. Con el paso de los años la emisora ganó enorme espacio en la fanaticada deportiva y conocimos a Manuel ‘Chicken’ Palacios, que en horario de la 1 p. m. barría en sintonía con su programa Coctail deportivo. Creo que no habrá otro programa que lo supere; comentaba triunfos de Miguel Olvera, Pancho Segura, la conquista de Emilio Kury en México del título de físico-culturismo de América, el automovilismo del ‘Loco’ Luis Larrea o lo notable de Pío Sandiford en baloncesto. También ganó gran notoriedad La hora JJ y el concurso Señorita Cristal.
En una celebración de l radio habíamos alzado el codo toda la noche y a eso de las 5 a. m. se me antojó cantar un bolero de JJ. CARR llamó a tres guitarristas para que me acompañen, pero nunca imaginé que habían abierto los micrófonos y había llegado a los hogares de la ciudad. Luego sonó el teléfono y preguntaron quién había sido el imitador de Julio Jaramillo.
CARR aún vive en el corazón de los ecuatorianos.
José Emilio Ruiz Ortiz