Cartas de lectores | Alguna vez hubo un Ecuador
El populismo electoral hace daño pues no hay un esfuerzo serio por visibilizar a personas con discapacidades psicosociales
Jueves ocho de la noche, avenida Colón y 6 de diciembre, Quito. Puerta de emergencia del hospital pediátrico Baca Ortíz: un papá joven lleva en brazos a su hija recién nacida; en la calle hace frío, hay niebla y llueve. En el hospital las emergencias solo se atienden cuando el guardia abre la puerta, los familiares esperan en la calle a cualquier hora. No hay sala de espera, ante la indiferencia de las autoridades.
El año 2020, por el COVID-19 en Guayaquil fallecieron más de 7.000 personas; de entonces para acá, sumando la violencia del crimen organizado, han muerto casi 2.000 personas por año y los muertos por accidentes de tránsito son un promedio de 2.000 por año, dando la espeluznante cifra de 25.000 personas muertas, sin contar todos los fallecidos por covid; si esto es así, han fallecido casi 100.000 ecuatorianos en cinco años. Ecuador es un cementerio. Cuando terminó el encierro por covid aspiramos a que la gente tendría una actitud ante la vida distinta, fue un error pensar así. Sufrieron demasiado por pérdidas de empleo, inseguridad, indiferencia del gobierno central y local. Se encontraron con un nuevo escenario: violencia nunca antes vista, encarecimiento de bienes y productos, migración igual o parecida a la época del feriado bancario; un Ecuador con el alma destrozada. En tal contexto quiero manifestarme por un grupo olvidado de la política pública: las personas con discapacidad psicosocial; conforme a data del Conadis 2023, de 471.025 personas registradas, 5,5 % corresponde a este grupo. Según el Censo Poblacional INEC 2010, 816.000 personas se autodeterminan con cierto grado de discapacidad. Nada impide pensar que el Censo de 2023 arrojó cifras hacia arriba por las razones expuestas.
El populismo electoral hace daño pues no hay un esfuerzo serio por visibilizar a personas con discapacidades psicosociales, quienes sufren porque nadie los ve y a todos los califican de locos. El tener carné de discapacidad no asegura nada; es un mecanismo de estigma social y la respuesta en muchos casos por parte de empleadores ha sido el despido con aplicación del visto bueno. Señor presidente de la República, asegure que personas que sufren discapaciad reciban todo el apoyo del Estado y la sociedad; ayúdelos económicamente, destine un fondo social y entregue un bono para ayudarlos a adquirir medicinas, atención médica; obligue a las empresas a que los inserten en la vida laboral sin discriminación. A organismos dedicados a este tema entrégueles presupuesto.
Wagner Mantilla