Cartas de lectores: Vivimos una época de agravio a la inteligencia

¿Cuántos ministros y funcionarios públicos pasarían el filtro de probidad para laborar en una empresa privada importante?

Este acontecimiento no solo abarca a nuestra nación. El deterioro de la política se reproduce a escala más que nada de la región: pero a mayor pobreza mayor miseria de pensamiento. Hoy en Ecuador cualquier politiquero o dirigente siente que tiene capacidad de asumir la responsabilidad de guiar la cosa pública, sin tener siquiera, no solo digamos capacidad intelectual o la experiencia necesaria, sino el mínimo sentido común de lo que representa liderar una nación. ¡Pocos oficios hoy más desprestigiados que el del político, y con mucha razón! La Asamblea se ha convertido en menos que un circo de baratija o un ‘reality’ de poca monta. Gracias a la disrupción de los medios de comunicación podemos atestiguarlo: legisladores que desde su tribuna lanzan discursos vulgares, desaliñados, irritables, insulsos, que no buscan convencer a nadie, sino enardecer a sus adversarios políticos. Muy pocas excepciones se salvan. ¿Y el Ejecutivo? ¿Cuántos ministros y funcionarios públicos pasarían el filtro de probidad para laborar en una empresa privada importante? La tónica es la mediocridad, cuando no el esperpento. Personas con bajo nivel educativo y sin ningún escrúpulo, que suplen su falta de educación y principios con obsecuencia a quien lo designa, además de ataques personales y falacias, que anteponen la propaganda a los grandes proyectos de largo plazo y que pasan más pendientes de las redes sociales que del interés general. Del Poder Judicial mejor ni hablar. Pocos oficios hay más desprestigiados que la política, pero ninguno es más importante. Los políticos deberían ser la élite fulgurante de la sociedad. Nadie tiene mayor responsabilidad y deben, por tanto, ser el baluarte que garantice siempre el bienestar de quienes representan. La respuesta y única salida del desenfreno populista que nos acecha hoy es concebir una verdadera democracia republicana; una ciudadanía activa y consciente de todo el entorno que nos toca bregar; impedir la muerte de las instituciones que se salvan, beneficiosas para la sociedad. Aún estamos a tiempo, pero hay que acelerar la marcha o lo lamentaremos de verdad.

Mario Vargas Ochoa