¡Estamos a pocos días de volver a confiar en la política y los políticos!

¡Ojalá Dios ilumine nuestras mentes y reflexionemos bien el voto en esta oportunidad!

En mis largos años vividos hemos perdido ilusiones, en especial en lo político. Ya no tenemos la capacidad de entusiasmo apasionado que se desbordaba en nuestra juventud por los procesos electorales. No confiamos ciegamente, no nos entregamos incondicionalmente a nada, no estamos dispuesto a ceder y creer en todo lo que ofrecen candidatos y caudillos. 

Nos han engañado tantas veces que el escepticismo es parte de nuestra cotidianidad. Nos arruinaron muchos sueños, nos arrebataron esperanzas, perdimos la certeza de lograr el desarrollo anhelado y el bienestar colectivo. En la próxima contienda electoral no creo que haya algún binomio perfecto que nos permita creer en ellos, pero podré elegir entre las opciones que me ofrecen y escoger el que llene alguna de mis expectativas.

Buscaré alguna virtud que sea imprescindible para el futuro de la patria y de la gente. Descartaré a todos los que pienso que no harán feliz al pueblo, a los demagogos, a los que no me inspiran confianza, a los que prometen lo que no pueden cumplir, a los que no le convienen al país. Sí, no me engañan, no creo casi nada, al menos no tengo grandes esperanzas de que ninguno de ellos haga los cambios necesarios para que el país despegue, porque sé de dónde vienen.

Sé que gane quien gane, poco es lo que podrá hacer en su mandato si va a tener una Asamblea dividida y caotizada, con poca coherencia ideológica y que frenará la mayoría de proyectos, para bien y para mal del pueblo. A mis años no me endulzan como a un niño, no sueño como un joven, no apuesto sin condiciones. Como siempre he actuado a lo largo de mi vida cívica, pensaré en el bienestar colectivo y no en algún tipo de interés, peor aún por un fanatismo obsecuente e inconsciente.

Para las próximas elecciones he descartado a la mayoría de los 16 binomios: quisiera que se rompa el continuismo de los de siempre; me enojan los demagogos, ineptos, enajenados y su agresividad sin límites; no soporto a los falsos socialistas y conservadores ni a los que nos creen estúpidos. Muchos dan pena ajena; la imparable inseguridad y corrupción endémica me asusta más que las ideologías. Deseo una sociedad pluralista que respete el derecho de todos.

Mi voto debe ser útil para el cambio que añoramos desde hace décadas. Ninguno es perfecto pero alguno pueda ser que se acerque a mi idea de un mejor futuro para todos. ¡Ojalá Dios ilumine nuestras mentes y reflexionemos bien el voto en esta oportunidad!

Mario Vargas Ochoa