Cartas de lectores: Íntimos del crimen y la impunidad

Sin castigo no hay enmienda

Son los delincuentes que aspiran a quedar sin castigo. Hasta hace poco escondían el delito, lo tapaban, disimulaban y tenían vergüenza; ahora lo festejan tras comprar al juez al que también invitan a la celebración a la que ingresan haciendo V de la victoria. Glas, Muentes y Terán fueron ejemplos de moda y maestros en el arte impune, hasta que llego la fiscal Diana Salazar con Metástasis, Purga y Plaga y los situó en La Roca, desde donde han desatado una abusiva campaña apoyada por la Comisión de Fiscalización de la Asamblea para imponer la impunidad, desconocer sentencias en firme y quedar libres con el botín a cuestas. 

La campaña empieza por carísimas triquiñuelas técnicamente denominadas medidas cautelares: grillete electrónico, prohibición de salir del país y presentaciones ante la autoridad. Si no las logran inventan enfermedades alcahueteadas por colegas médicos que exageran los diagnósticos y recomiendan mudarlos a sus casas. Otra artimaña es causar lástima para que se les permita ‘defenderse en libertad’. 

El doliente Glas ha tenido 90 consultas médicas que certifican su buena salud y perfecto implante de pelo; el excontralor Celi sentenciado a 13 años por el caso Las Torres vive feliz en su casa. Mera cumplió en Ambato tres años y medio de los ocho de sentencia, hasta que el juez Galo Rodríguez lo mandó sospechosamente a su casa. Finalmente: el envenenamiento con drogas, cuyo envase dejan muy visible para que lo vean y laven pronto el estómago. 

No olvidemos la huelga de hambre con sus actores gordos, esa que funciona bien con sueros y vitaminas cuando visitan parientes y testaferros, pero que idos los curiosos se transforma en un suculento arroz con camarones. Nueve de cada 10 ecuatorianos condena a esta Asamblea podrida y a esa justicia con precio.

La impunidad es el peor de los vicios, por denunciarla sin miedo con nombres y apellidos, Fernando Villavicencio fue cobardemente asesinado. Sin castigo no hay enmienda.

Carlos Mosquera Benalcázar