¿El metro puede salvar al centro histórico de Quito? No por sí solo
El hecho de que sea más accesible el centro no significa que se salve. La iniciativa privada aprovechará un mayor flujo de personas, aparecerán nuevos emprendimientos y ganarán ellos. Pero seguirán vacías centenares de casas.
En el núcleo, muchas ocupada solo la planta baja con tiendas hacia la calle, que siguen destruyendo con sus adecuaciones la arquitectura civil. ¿Se harán las grandes inversiones necesarias para mejorar la vida de los vecinos, que cada vez son menos? ¿Se rescatarán edificios emblemáticos como el Hospicio o el penal García Moreno, abandonados hace décadas? ¿Se ampliará y dinamizará la oferta cultural? ¿Se reutilizarán centenares de estructuras de propiedad pública (IESS, Ministerio de Educación, de Salud, Municipio, banca cerrada, etc.) abandonadas hace mucho tiempo? ¿Se desarrollarán políticas de vivienda que busquen rehabitar el centro histórico? Al momento tiene la menor población de su historia (¿30.000 habitantes?).
Los índices de decrecimiento poblacional apuntan a que en dos décadas esté deshabitado. La vida en la ciudad se sostiene por sus habitantes en su entorno vital. El centro histórico no se salvará al llegar más gente a él.
Todos los visitantes habrán regresado a casa a las 7 p. m. Desde el fin de la pandemia esto es evidente: los negocios cierran más temprano, los museos atienden menos días y menos horas. A las 7 p. m., de la Recoleta a San Blas se convierte en el espacio vacío más grande de la ciudad; en su núcleo solo quedan enclaustrados unos pocos frailes y monjas, la familia del presidente y su guardia.
Alfonso Ortiz Crespo