Muerte de la mejor pluma de América Latina

En Montalvo todo es puro. A este grande, la España de las letras no lo quiso por colega ultramarino

Montalvo murió ayer, puede decirse; falleció en enero de 1889. Su obra es de constante contemporaneidad: su influencia en las nuevas generaciones americanas, por lo que respecta al lenguaje, se mantiene viva; sin embargo, su vida, los detalles, nos son casi desconocidos a todos, y una vegetación de leyendas empieza a florecer sobre su tumba y a desfigurar su fisonomía. Su gran lección, la gran moral de ese ejemplo, la gran verdad de esa vida deben aprovecharse intactos y escuetos. Los admiradores del maestro nos deben esos libros. En Montalvo todo es puro. A este grande, la España de las letras no lo quiso por colega ultramarino. Montalvo no solicitó el honor académico. De 1860 a 1875 García Moreno fue el alma de la política ecuatoriana; Montalvo lo atacó sin tregua, dentro y fuera de Ecuador. Contra él fundó el Cosmopolita. Lo sucede Borrero, que ofrece un Ministerio. Montalvo no acepta y funda otro periódico: El Regenerador. Pocos meses después, cae Borrero derrotado por Veintemilla, que ejercía el cargo de comandante general de Guayaquil. Montalvo abrió una campaña contra Veintemilla que duró lo que el gobierno del general, siete años. Entonces aparecieron las doce Catilinarias, escritas en su destierro en Ipiales. En vano le ofrecieron legaciones en Bogotá, en París, ministerio de Estado: no aceptó. Las provincias liberales lo elegían diputado al congreso o senador, como homenaje a aquel hombre irreductible que consagraba su pluma y su vida a desbarnizar a la nación, a difundir principios generosos, a protestar contra la frailería y la dictadura imperantes. No aceptó nunca.

Lic. Iván Vaca Pozo