Abelardo García: Fue un acuerdo peligroso
Para legislar o para administrar educación se debe tener aula, y aula escolar o colegial
Cuando se norma desde el limbo, desde los recuerdos de infancia, desde las profundidades de los textos universitarios de psicología y sociología, o desde el atril de la academia: intelectual y científico, se corre el riesgo de chocar con la realidad cruda y cierta de la clase. La práctica desborda la teoría, la trinchera áulica exige respuestas inmediatas que los textos pedagógicos no trataron.
Acaso esto llevó a confundir y equivocar la senda del MINEDUC, cuando entregó el Acuerdo No. 00055-A. Y es que, desde la lejanía de la planta central, desde los honrosísimos diplomas de Magíster o PhD, no puede siempre vislumbrarse con claridad lo que hoy plantean alumnos en los espacios áulicos.
Para legislar o para administrar educación se debe tener aula, y aula escolar o colegial; la visión desde la academia o desde las distintas corrientes intelectuales, en boga, no basta.
Asimismo, tengamos claro que cada época plantea su problemática, que la escuela hoy no es la que fue y que el trato entre pares no es el que vivimos. En efecto, el acuerdo abría puertas para que muchos excesos se realicen y vuelvan más complejo el trabajo de administrar centros educativos.
Cuando se desinstitucionaliza porque dice el ministerio: “vale lo que yo disponga y no lo que está en los códigos de convivencia de cada institución”. Cuando se dice: “desobedece, pues aunque te lo prohíba tu profesor o tu escuela, yo te autorizo a tirar papeles donde sea, a grafitear paredes, a oír música en clase, a utilizar tabletas de todo tipo”, mientras el profesor intenta educar, estamos mandando a la mente estudiantil un mensaje equivocado.
Cuando se decía en el Cap. 3, No 2, Lit. b: “Expresiones afectivas entre pares y con consentimiento” no son falta, y más abajo en el No.3, Lit. c: “Tener contacto físico sexual con otro miembro de la comunidad educativa como resultado de un accidente”, no es falta, mandábamos un mensaje equivocado al corazón, sin contar con que violentamos el derecho de los padres a elegir el tipo de educación cuando arrasamos exigiendo que todos los planteles permitan lo mismo.