Abelardo García Calderón | Cambiar paradigmas
Educamos para el mañana, formamos para lo que viene, y por ello, es bueno
Una de las obligaciones más fuertes y ciertas que tiene la educación es la de atisbar y proyectarse a partir de la sociedad que forma, para entregar en las aulas lo que las personas necesitarán cuando estén ya lejos de ellas, enfrentándose a la vida.
Educamos para el mañana, formamos para lo que viene, y por ello es bueno, de cuando en cuando, revisar postulados y paradigmas para no repetirnos y para cambiarlos si es necesario.
Cuando algunas generaciones de atrás, en el siglo pasado, pasamos por la adolescencia, se nos enseñó a admirar a los prohombres que gestaron las naciones, las dificultades por las que atravesaron y su capacidad de reaccionar frente a la vida. Se ponía énfasis en destacar que muchos de esos titanes de la economía o la ciencia se iniciaron desde abajo y, trabajando algunos de ellos a partir de los catorce o quince años, lograron alcanzar grandes metas. Vinieron los tiempos en que el niño no debía trabajar, y esa opción se cerraba. El trabajo infantil fue delito.
Hoy, cuando el adolescente reclama dinero en el bolsillo, cuando lo va a conseguir de cualquier manera para sentirse exitoso, cuando las mesadas de los padres suenan ridículas frente a las otras ofertas que le llegan, es tiempo de recapacitar y de buscar un nuevo modelo, que no es invento, que ya se ha practicado en algunos momentos de la historia y que bien pudiéramos rescatar.
Educación y trabajo: el reto va en esa línea y, sin duda, podrá salvar a más de uno.
Podría acaso detener la deserción escolar, porque el hecho de educarse, de mejorar como persona, de aprender y saber, es casi instintivo en el ser humano.
Sin duda, jamás se logrará que alcancen las cifras que les pudieran llegar por malas propuestas, pero tendrán la oportunidad de escoger mejor entre crecer intelectualmente y tener algo de dinero fruto de su trabajo, que el percibir cantidades mayores en las que arriesgan y hasta reducen su expectativa de vida.
Volver a los colegios técnicos, como unidad de producción, es urgente; acaso salve vidas, y la renta del trabajo realizado iría al bolsillo del alumno que lo produce.