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Abelardo García Calderón: Enseñar a pensar

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Enseñar a pensar no es fácil; es un reto sostenido, pero hay que involucrarse con coraje y decisión para lograrlo

Lo hemos dicho tantas veces que hasta nos parece necio repetirlo: la educación de hoy ya no busca de manera exclusiva el conocimiento ‘per se’. Este está en todas partes, en cualquier compilado de inteligencia artificial o a un clic de cualquier alumno. La propuesta hoy es que la educación tome ese conocimiento para trabajarlo como instrumento y enseñar al estudiante a descubrir nuevas vías, nuevas realidades, nuevas verdades, saltando de la inteligencia repetitiva a la creadora.

Así queda claro que lo importante es enseñar a pensar: partir de la observación, analizar contenidos, contrastarlos, llegar a conclusiones que tengan sentido y poder cumplir así con el desarrollo de la ciencia, de la tecnología, de cada área del pensamiento en que la inteligencia se ocupe.

Claro está que no es fácil, y de hecho parecería que hemos fracasado en el intento, cuando, en medio de una emergencia nacional energética sin precedentes, vemos a nuestros legisladores discutir y perder el tiempo en rencillas egoístas y partidistas en vez de buscar y trabajar en propuestas que permitan crear normas capaces de corregir las trampas puestas por leyes, reglamentos, acuerdos, etc., para que podamos iluminarnos más allá del centralismo y la concentración, demostrando que sí pueden encontrar y entender el sentido de la urgencia y la prioridad.

Enseñar a pensar no es fácil; es un reto sostenido, pero hay que involucrarse con coraje y decisión para lograrlo. Esto permitirá luego dar saltos significativos, como el saber expresarse, el saber comunicarse y el saber resolver los problemas que nos atañen.

El reto profesoral es fuerte, pero es necesario y urgente que lo asumamos, puesto que el alumno que hoy está en el aula tendrá en su vida personal y profesional innumerables ocasiones en las que solo el saber pensar podrá sostenerlo.

Enseñemos a pensar hoy para que el ser del mañana no termine esclavizado por la inteligencia artificial, que lo opaque y anule, y se reconozca siempre como una inteligencia superior, capaz de ir por delante de los artefactos, instrumentos y artilugios que construya.