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Abelardo García Calderón | Pecar por sana envidia

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Como en la medicina -y ahí nuestra sana envidia-, hay gentes que se preparan en educación para atender áreas específicas

En sociedades como la nuestra, en las que no se valora ni respeta la educación, resulta difícil y complicado reconocer que esta es una ciencia que, como tal, se maneja entre grandes postulados y pequeños trabajos de laboratorios que resultan ser: el aula.

La educación, vista así, obviamente despierta, como en otras ciencias y profesiones, las distintas especialidades que han de generarse para atender especificidades propias del vacacionado y practicante. Así, hay teóricos, pedagogos, filósofos de la educación que estudian los objetivos finales de la profesión; hay curriculistas y planificadores, hay profesores más didácticos y, por tanto, más cercanos al grupo de clase; como hay otros especializados en artes, en atención a niños con capacidades especiales, en desarrollo deportivo, como administradores educativos, etc.

Como en la medicina -y ahí nuestra sana envidia-, hay gentes que se preparan en educación para atender áreas específicas. A nadie se le ocurre pedir a un traumatólogo una intervención de corazón abierto, como a un hematólogo el curar un problema faríngeo.

En lo educativo, el desconocimiento y el concepto de servicio público con que se tacha al mundo pedagógico-didáctico, hacen pensar que todo mundo es bueno para todo, que conoce de todo y que lo resuelve todo.

Ciertamente, no; es obvio que umbrales tempranos y leves complicaciones pueden ser incorporados a la educación regular, pero de ahí a pretender que la escuela toda se convierta en un centro psicopedagógico, neurológico o psiquiátrico, resulta un error y puede hacer más daño que bien al estudiante diferente, que necesita ser tratado con la máxima dignidad y el más alto respeto posible.

Hay adaptaciones que un profesor de aula puede realizar, pero es cierto y claro que un profesor regular no está listo para saber reaccionar frente a requerimientos especiales y específicos que demandan la atención de equipos profesionales especializados.

Sería mejor desarrollar, en lo público y privado, establecimientos inclusivos, con grupos debidamente balanceados o capaces de manejar especificidades.