Abelardo García Calderón: Pedagogía y educación

Entendemos que el ser humano es más que ciencia, modelos y tecnología, y que es una personalidad en construcción...
En estos tiempos, a nadie se le ocurre decir que la educación no es ciencia. Como tal, tiene postulados, cánones y teorías que eleva a la condición de normas luego de investigar, realizar análisis, establecer contrastes, sacar estadísticas y fríamente establecer postulados que teorizan y abren la posibilidad de actuación y desarrollo del profesor o de quien estudia para ello.
Como ciencia, la pedagogía es fría; se nutre de la observación, del estudio casuístico y del pensamiento de aquellos que, interpretando datos, buscan marcar caminos. Esto generalmente es lo que confunde al burócrata y al puro administrador del sistema educativo, pues generaliza, universaliza y teoriza para todos, como si las identidades nacionales, regionales y locales, incluso institucionales, no existieran.
Por otro lado, el educador, sustentado en la pedagogía, vive y vibra con el arte de formar. Enfrenta el día a día desde los detalles, desde los requerimientos personales, desde las emociones, sensaciones y percepciones que el alumno plantea en el aula. El pedagogo frío que calcula no está en la vivencia; se queda en la teoría, y solo es el formador el que aterriza los conceptos que cotidianamente el alumno devela, sufre o festeja.
Así las cosas, obviamente preferimos ser educadores, gentes cercanas al alumno para apoyarle, para ayudarle más allá de los conceptos y la estadística, haciendo de la pedagogía un instrumento en nuestras manos, pero no un yugo que nos impida ver las necesidades específicas y particulares. Entendemos que el ser humano es más que ciencia, modelos y tecnología, y que es una personalidad en construcción a la que, con arte, afecto y pasión, hay que sacar adelante.
Que nuestros ministros, nuestros burócratas en el ministerio, se bañen un poco más de educación y que no solo sean seguidores de corrientes pedagógicas que casi siempre no están hechas para atender nuestras realidades, nuestras necesidades y nuestra identidad.
Se educa en la trinchera que es el aula; se trabaja en el corazón y la mente del estudiante, que son, sin duda, los pilares de la persona que formamos.