Abelardo García Calderón | Resonancia insospechada
De poco nos sirven alumnos que pasen de año lectivo sin bases fundamentales sobre las que seguir asentando conocimiento
Cuando en ocasiones se toman medidas desde un centro y desde una única perspectiva, no siempre se logra prever la resonancia final que, en aquellos que reciben la noticia o ejecutan la disposición, se deja como mensaje, pues cada quien escucha lo que desea o lo que le conviene y se queda con ello.
Cuando la ministra Crespo anunció la libre promoción en la educación básica y, para ilustrarlo mejor, dijo más o menos: “que todo alumno, desde el inicio de su año lectivo debe tener su curso aprobado”, seguramente estuvo lejos de imaginar cómo serían recibidas estas palabras en las mentes de los estudiantes que las escucharon. Así, en una escuela de La Puntilla -Samborondón, dos pequeños de quinto de básica, entiéndase de 10 años de edad, decían: “Ya no hay que hacer deberes ni estudiar, pues ya pasamos de año”; mientras que el otro contestaba “que esa no era la realidad y que sus padres le habían explicado que era otro el alcance de esa disposición”.
Por ello, es importante tener siempre en cuenta qué repercusiones pueden alcanzar en el niño o el joven que aprende, las disposiciones que se tomen para que la realidad no se distorsione.
Estudiar, en sí mismo, no es un acto feliz ni gratificante; es más, en ocasiones supone renunciamientos y requiere esfuerzo y capacidad para alejarse de lo tentador y concentrarse en el aprender, pues como lo hemos dicho mil veces, el estudiar es un acto de voluntad y no afectivo o de sentimientos.
Preparar para la vida supone, por tanto, desarrollar templanza, voluntad, tenacidad, esfuerzo y resiliencia; por ello, los fáciles caminos, los reconocimientos inmerecidos o los supuestos logros aplaudidos, muy poco o nada ayudan, pues la inteligencia, los afectos y sentimientos, así como los valores y principios, pueden ser fácilmente retorcidos.
De poco nos sirven alumnos que pasen de año lectivo sin bases fundamentales sobre las que seguir asentando conocimiento y, en riesgo de perderse en esos otros aspectos de la espiritualidad que resultan ser tan importantes para vivir, como la inteligencia cognitiva.
No a la generación de cristal.