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Abelardo García | Deserción escolar

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Las motivaciones del abandono, en muchos casos, son compartidas y nada tienen que ver con las calificaciones

Los números que hablan de la deserción escolar asustan. Y acaso obnubiladas por el sesgo profesional, nuestras autoridades ministeriales se quedan en la solución pedagógica, ofreciendo y tentando con pasar de año al que no sabe como solución del problema y rescate del alumnado. No son solo pedagógicas las razones del abandono del aula, y no es otorgando el pase inmerecido de año como los estudiantes retornarán.

Que hay deserción es real, y abundante, pero la hay en todos los niveles y en todos los estratos socioeconómicos, porque resulta ser que las motivaciones del abandono, en muchos casos, son compartidas y nada tienen que ver con las calificaciones.

La migración, primera causal, motiva que familias enteras salgan del país: unas impulsadas por la extorsión o por la falta de empleo y trabajo, otras simplemente porque buscan realizar un sueño allende las fronteras.

A la migración sumemos el declive de la natalidad, más la ‘exportación de los hijos’: para que encuentren futuro, para que se realicen estudiando o trabajando en otros lares, o peor aún, utilizándolos como gestores de ingresos pidiendo en las calles o buscando dólares que llevar a casa.

Pero también hay otros motivos no tan santos: muchos atraídos por el dinero fácil dejan escuelas y colegios para convertirse en campaneros o mensajeros; otros son captados con esos ‘treinta denarios’ para que, dejando el aula, se instalen en santuarios donde se les instruye y manipula para ser agentes del mal, sin contar los que huyen de casa por protección.

Entregar sobrecitos, enganchar a otros, son anzuelos económicos que las aulas no brindan, más aún si no hay motivación educativa adecuada, si de los colegios se huye por las pandillas que perturban y acosan, y porque es mejor crecer sin normas, sin autoridad. El acoso y abuso sexual entre pares, y a veces también de quienes debían formarlos, empujan por miedo a muchos otros.

Podríamos seguir aumentando razones, pero es claro que con pasar de año no vamos a solucionar el problema de la deserción.

El trabajo es inmenso, compete a todos y es un reto urgente.