Abelardo García: Esencia o percepción
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La autopercepción no puede ir sobre la esencia y es así como debemos trabajarla y enseñarla en las aulas
Teniendo claro que lo casual no existe cuando se estructuran currículos, y que todo en ese campo busca un fin ulterior, nos pusimos alertas cuando se desdeñaba la filosofía y se marginaba la lógica de la programación. Y así vemos cómo hoy da lo mismo lo formal que lo de fondo, lo esencial que lo accidental, lo universal que lo particular, y cómo lo ético se volvió relativo.
Hay, sin duda, un enorme malestar por la decisión de cinco jueces de la Corte Constitucional que ubica por encima de la realidad la autopercepción de un menor de cinco años, y que, más allá de lo ético, de lo religioso y de lo natural, resulta aberrante el solo pensar que una inteligencia no construida aún y en proceso de formación, y una personalidad todavía en búsqueda de madurez puedan tomar resoluciones trascendentes sobre su vida misma y, por supuesto, sobre su sexualidad.
Desde siempre se nos dijo y creemos que el Señor nos hizo “hombre y mujer”, y que nos abrimos al mundo para complementarnos y generar familia. Es verdad que en la realidad podemos encontrar personas que tienen una muy particular tendencia sexual, y al ser la minoría, constituyen la excepción que justifica la regla; por ello no puede tomarse su preferencia ni su inclinación como norma universal.
En tiempos en que la clara definición de masculinidad o feminidad se retarda en ocasiones hasta los quince años o más aproximadamente, no es coherente, ni lógico, ni aceptable que a pequeños a los que consideramos inmaduros para muchísimas cosas les confiramos la posibilidad de tomar una decisión de la que a lo mejor en poco tiempo se sientan arrepentidos o desengañados.
La autopercepción no puede ir sobre la esencia y es así como debemos trabajarla y enseñarla en las aulas. Y si no, invitemos a los jueces de la Corte, a los legisladores en esa misma línea ideológica, a subir a un avión para realizar un viaje trasatlántico que sea piloteado por un niño que se autoperciba como capitán de aviación. ¿Se embarcarán? Seguramente no, porque no son irracionales y porque tienen claro que no les conviene.
¡Que vuelva la lógica!