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Abelardo García | De Esparta hasta Guayaquil

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Si los padres de hoy no asumen el ser primeros formadores y escuela doméstica, llevan la batalla pérdida

Basta con dar una mirada a vuelo de pájaro sobre nuestro entorno actual para caer en cuenta de cuán lejos estamos del modelo de la madre espartana y de aquella imagen de entereza, de talante y discurso cuando daba al hijo el escudo de guerra.

Claro, evidentemente ha corrido muchísima agua debajo del puente y por supuesto que son otros tiempos los que vivimos, pero la imagen valiente de esa madre correctora, formadora, va ya quedando en vías de extinción.

Hace algún tiempo nos encontrábamos en una de las clásicas salas de espera. Había pasado el paciente anterior y mi mujer y yo estábamos en silencio, cuando de repente timbró el teléfono. La asistente lo tomó y contestó.

No dijo una sola palabra, únicamente oyó, hasta que haciendo un esfuerzo porque no se la escuchara dijo: “Pero eso no se puede consentir”. “Está muy malcriado y hay que retarlo”. Algo más le dijeron y ella, armándose de valor, pidió ponerlo al teléfono.

Cuando esperaba yo oír una reprimenda o al menos un llamado de atención, escuché el susurro de una madre que casi suplicante le decía a su hijo: “Pero hijito, eso no se hace”.

Satisfecha de haber corregido a su niño y de haberlo reprendido, pidió hablar una vez más con la nana o persona de cuidado: “Ya hablamos a mi regreso”.

De la madre espartana, por supuesto, no le queda nada a la madre guayaquileña.

Siente que a ratos debe pedir perdón por formar, por corregir, por hacer llamar la atención. Siente que su rol es apoyar, abrazar y apoyar al niño, diga lo que diga, haga lo que haga; y después aspira a que crezca bien formado, con respeto, valores y principios.

Si los padres de hoy no asumen el ser primeros formadores y escuela doméstica, llevan la batalla perdida.

 Muy pronto recibirán noticias tristes sobre el comportamiento de sus hijos en las clases, con los amigos, etc.

El tiempo de formación, el tiempo de trasmitir hábitos de comportamiento se agota temprano en la vida.

Obviamente, se los podría reencontrar más adelante, pero es bastante difícil, no tan eficiente ni adecuado.