Abelardo García: De la negación al compromiso
La escuela no es depósito de niños a los que dejamos ahí, sino que debe ser un centro capaz de atender profesionalmente
Cuando comentábamos sobre la intención ministerial de que alumnos con cualquier necesidad especial vayan a la educación regular, alguien me dijo: “Pero usted no piensa en los padres”. Respondimos que sí, que sí pensamos en ellos, pero creemos que la escuela no es depósito de niños a los que dejamos ahí, sino que debe ser un centro capaz de atender profesionalmente y sacar adelante a cada pequeño, a cada adolescente, optimizando las realidades de cada uno. La educación, por esencia, debe ser particularizada.
Hay que atender a los padres y comprender las etapas por las que atraviesan frente a una realidad distinta para ayudarlos. Hay que apoyarlos, pero buscando lo mejor para el niño.
La primera reacción de la familia suele ser la negación: “Mi hijo no”, “no es nada”, “solo es chiquito”; y por ello, esta resulta ser una mala etapa para pedir escolaridad, porque se la pide a ciegas.
La segunda etapa es la aceptación: “Reconozco el problema, pero no sé qué hacer” y no siempre busco la asesoría ni la atención profesional. Luego viene la rebeldía, tercera etapa: “¿por qué a mí?”; es el momento en que se reniega de todo: de Dios, de la pareja, del ADN familiar, y se persiste aún en la ofuscación.
La cuarta etapa es la culpa: “yo lo traje al mundo”, “es mi culpa”, “soy responsable”; y equivocadamente, partiendo de esta falsa idea, el padre se vuelve contra el mundo para compartir esa sensación interior que le duele y lo daña.
Todas estas etapas aquí descritas no son las mejores para que la familia enfrente el proceso educativo, porque va a negar, va a exigir, va a trasladar ‘su castigo’ al mundo, y ciertamente no se está en la capacidad objetiva de enfrentar el reto.
Finalmente, con apoyo y asistencia de profesionales y educadores, se puede y debe llegar al compromiso de aceptar a este niño que es único y al que hay que entregar la mejor formación posible dentro de sus capacidades y potencialidades, sabiendo que hay cosas que puede o no puede hacer, que hay cosas en las que puede o no puede competir, sin descuidar lo social y lo moral, y dentro de una educación especializada.