Abelardo García: Para padres del apagón
Los padres han perdido los únicos artilugios que mantienen a sus hijos ocupados y sin ‘molestar’: las pantallas
Una vez más, la cruda y dura realidad nos demuestra cómo ella, al influir y generar el entorno en el que vivimos, nos impacta y afecta, al exacerbar nuestras emociones, nuestros afectos y desafectos, nuestras ansiedades y angustias, nuestras preocupaciones y reacciones.
La realidad, para bien o para mal, también nos forma, y esto nos lleva a medir educativamente el impacto que tiene en la familia la falta de energía y los apagones que atravesamos.
El volver a concentrarnos por algunas horas todos los miembros de la familia en una intimidad que no siempre manejamos, nos hace evocar, de alguna manera, aquellos momentos de pandemia que tan duras huellas dejaron. Así, los padres desesperados no saben qué hacer con sus hijos, y lo único que piden a las escuelas es no enviar trabajos para llevar la fiesta en paz.
El golpe es fuerte porque, en la pandemia, al menos teníamos servicio eléctrico, y todo el mundo estaba distraído en lo suyo, sumergido en los ambientes virtuales que se generaron. Hoy la situación es más grave y crítica: los padres han perdido los únicos artilugios que mantienen a sus hijos ocupados y sin ‘molestar’: las pantallas. Y eso sí que es grave, pues estos, sin tener en qué distraerse, aumentan el clima de inquietud, ansiedad y desasosiego que se genera en esas tardes en que, sin luz, sin internet, sin distractores lúdicos, no encuentran qué hacer y se desesperan, exacerbando el ambiente del hogar.
Sin la niñera electrónica que ofrece a los padres la sensación de no tener hijos, es tiempo, acaso, para que unos y otros se conozcan mejor, se unan, se sientan propios.
Buscar maneras de distraerse en conjunto para festejar la familia, para que la risa surja espontánea y febril, pudiera resultar un mundo a explorar. Juegos de salón, juegos de patio o terraza pueden ser la llave para abrir afectos cerrados. El jugar a las películas o a interpretar roles, el desarrollar huertos caseros o cultivos de flores, o el simple contar historias, cuentos o leyendas, serían útiles no solo para pasar el rato, sino para generar un hermoso encuentro entre padres e hijos.