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Abelardo García: ¿Y quién piensa en el profesor?

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Está claro que hay que dar educación a niños con diferentes necesidades, pero debe entregarse en dignidad

Desde la ensoñación de los más altos ideales, desde el cándido afán de servicio que se deja arrastrar por teorías novedosas y amigables, y con muy poco ejercicio áulico y manejo de clase, ciertas autoridades, confundiendo la educación de necesidades especiales con la inclusiva, se abren y disponen que todas las instituciones asuman todos los casos.

Nadie puede negar la necesidad de atender a los niños y adolescentes con capacidades especiales, pero por eso no se los puede poner en manos de quienes no tienen ni la preparación ni la formación, ni estudios para actuar adecuadamente.

Aterra solo el pensar que niños que deben ser tratados con dignidad y amparo se encuentren en grupos de cuarenta o cincuenta compañeros que, en algún momento, los victimizarán.

Por eso preguntamos: ¿y quién piensa en el profesor? ¿Qué hacer cuando un pequeño de seis o siete años se para en clase, grita y sale corriendo? ¿A quién atiende? ¿Deja abandonados a unos por correr tras el otro? Por no hablar de incidentes mayores, en los que, en ocasiones, un niño golpea, patea, muerde o insulta a su profesora, como literalmente ocurrió en una escuela, según me dijo su directora, cuando vio el abandono intempestivo de la maestra sombra a media mañana por ya no saber cómo actuar.

¿Quién piensa en el profesor ante la posibilidad de que varios niños con distintas complicaciones estén en su aula y deba manejar varias adaptaciones curriculares, diferentes complicaciones emocionales, sabiéndose que no es psicólogo ni psiquiatra, ni sociólogo, ni neurólogo, ni terapeuta familiar?

Está claro que hay que dar educación a niños con diferentes necesidades, pero debe entregarse en dignidad y con absoluto respeto a cada caso. No cualquiera puede ser profesor para atender casos especiales; se necesita una enorme vocación, mucha templanza y fortaleza para no quebrarse y para no caer en situaciones no deseadas de violencia verbal o física por la inseguridad e incapacidad de una buena reacción.

No todos estamos listos para esas ligas; por eso siempre admiré a Marcia, Gilda y Piedad, maestras valientes y entregadas.