Abelardo García: Una propuesta a observar
El Estado es garante del derecho a educarse de niños y jóvenes, aunque eso no lo obliga a sí mismo a ser educador
Durante la pasada campaña presidencial de Argentina, el actual presidente, entre sus distintas propuestas de cambio, anunció la abolición del Ministerio de Educación de esa república.
Ya posesionado, lo que se ve de primera mano es que esa Secretaría de Estado ha sido integrada con otras y fusionadas en un megaministerio, no quedando claro aún cuáles serían las funciones a mantenerse en el Gobierno central y cuáles otras se delegarán y entregarán a las provincias y a las ciudades de aquel país.
De primera mano, en nuestro concepto de educación pública nos cuesta admitir y entender que no haya un ministerio de educación; pero luego, reflexionando, se hace claro que el Estado es garante del derecho a educarse de niños y jóvenes, aunque eso no lo obliga a sí mismo a ser educador.
Garantizar el derecho, garantizar los recursos, garantizar la existencia de un marco referencial en el que queden con claridad metas, fines y estándares, sin duda es competencia estatal, sin que para ello se necesite que el gobierno en turno sea el profesor en cada clase.
Instruir, educar y formar a los estudiantes es parte ya de un modelo educativo que bien puede existir soportado en las garantías anteriormente mencionadas y que beneficie directamente al estudiante, estando supervisado por controles y auditorías más cercanos a la trinchera del hecho educativo.
Modelos que se inserten en el sistema y que se sientan, por específicos y eficientes, más proactivos.
El ministerio debe manejar el gran sistema preocupándose de lo pedagógico y generando las políticas académicas acorde con la necesidad de los tiempos y las generaciones.
La administración, el nombramiento, la renuncia, la evaluación docente, el hecho cotidiano, etc., debe manejarse en instancias cercanas a la cancha.
El Ministerio de Finanzas podría depositar los flujos presupuestados en cuentas de jardines, escuelas y colegios, y cada ente respondería a auditores de los GAD, Pero, sin prisas ni sobresaltos, veamos la experiencia ajena; esperemos que se esclarezca toda la modalidad y observemos sus ventajas y enseñanzas, así como también sus riesgos.