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Abelardo García | Que sean felices

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La felicidad es el resultado de la conformidad consigo mismo, con lo que se es, con lo que se hace, con lo que se genera

Casi es un lugar común entre los padres de hoy el repetir, en los discursos de graduación de sus hijos, que a lo único que aspiran es que ellos sean “felices”. Como si la felicidad en sí misma fuese una meta que nos encontramos al paso y a la que arribamos sin haber estructurado un camino de realizaciones, esfuerzos, logros y fracasos.

Parecería que la felicidad es un estadio al que se llega para nunca salir de él, o un ‘penthouse’ al que se desemboca desde un ascensor para disfrutarlo sin haberlo comprado, pagado o merecido. Es obvio que los padres queremos lo mejor para los hijos, pero está claro que debemos diferenciar las ilusiones de las metas verdaderas de realización.

Por supuesto que la felicidad no es mala, pero debemos entenderla como realización de sueños y expectativas, en concordancia con el esfuerzo, la preparación y las exigencias que tiene el camino para conseguirla. La felicidad es el resultado de la conformidad consigo mismo, con lo que se es, con lo que se hace, con lo que se genera; por tanto, supone arquitectura e ingeniería humana para tener claro que asoma como recompensa y como resultado de los empeños realizados.

Cuidado nos equivocamos y ponemos en la mente de hijos y alumnos que la felicidad se alcanza por realización unidireccional: solo el dinero no basta ni ha de ser meta, pues nos esclaviza. Solo el éxito y los aplausos tampoco, pues nos confunden y desproporcionan. Los logros profesionales o del trabajo mal manejados nos deshumanizan y pierden. Y así pudiésemos seguir aumentando la lista para insistir en que la felicidad es el producto de la conjunción de nuestra esencia con nuestras realizaciones y nuestra valoración personal.

Tenemos claro que no serán felices si no les enseñamos a esforzarse, a luchar por lo que quieren, a crecerse sobre sí mismos respetando al otro, manejando con sobriedad y ecuanimidad su voluntad y su carácter.

La felicidad, pues, se alcanza cuando nos realizamos como personas humanas con valores, sin miedo al fracaso y teniendo las fuerzas necesarias para levantarnos y continuar. Mejoremos el mensaje.