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Abelardo García: Tecnología y educación

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El uso de las pantallas es bueno, por supuesto, cuando son complemento de un proyecto educativo

Con exultante entusiasmo y cual piedra filosofal, los candidatos pasados presentaron a la tecnología como la más grande obra a realizar en el ámbito de la educación; y no es que desmerezcamos a esta, de hecho, dirigimos una de las instituciones educativas del país más avanzadas en el uso de las herramientas tecnológicas, pero hemos de ser claros: lejos está la tecnología de ser sinonimia de educación.

El recurso tecnológico es un agregado importante sí, sin duda actual, pero no pasa de ser un instrumento en manos del docente para lograr facilitar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

La tecnología no es en sí misma una panacea ni la llave redentora de todos los pecados educativos que se han cometido en el país, ya existía: el ábaco, el silabario monumental, las láminas, los retroproyectores, los proyectores de transparencias, el televisor, la PC, etc., fueron también en su momento instrumentos tecnológicos que siempre, en manos del docente, han de conseguir la meta buscada.

Soñar con el hecho de que al poner una ‘tablet’ en las manos del estudiante se solucionan los problemas del aprendizaje es un desconocimiento absoluto del acto de aprender.

Fortalezcamos primero al docente en su formación, en su capacitación, en su actualización, en su integridad y autoestima. Fortalezcamos el entorno pedagógico en el que han de asentarse no solo un coherente currículo sino una didáctica capaz de construir la inteligencia hoy necesaria.

Permitamos la libertad que la educación requiere para evolucionar al ritmo del avance científico y la renovación tecnológica y, entonces sí, después de todo eso, soñemos en la tecnología.

El uso de las pantallas es bueno, por supuesto, cuando son complemento de un proyecto educativo, de un programa académico que las usa como herramientas temporales y a discreción de la decisión del profesor para un uso racional, equilibrado y motivador; nunca sustituyen al profesor y jamás son el todo de la relación psicopedagógica.

Lo hemos dicho mil veces: el acto educativo es un hecho humano por naturaleza; la tecnología aporta, suma, contribuye.