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Paz para una noche negra

Avatar del Abelardo García

La paz surge en ambientes en los que las personas se reconocen como humanas, como libres, como buenas.

Dicen que cuando más oscura y cerrada está la noche más cerca se está del amanecer. Con esa esperanza nos acercamos hoy al pesebre de Belén para pedir paz para un mundo convulsionado, paz para un país conmocionado y paz para una familia como la de estos tiempos, cada vez más agitada y confundida.

Que el ‘Adeste fideles’ y el cándido rumor de “A la nanita nana” nos lleven a buscar y a encontrar esa noche de paz que necesitamos vivir como humanidad peregrina, bajo el esplendor de los cielos estrellados y a la luz de la estrella de Belén.

Deseamos paz, reclamamos paz, necesitamos paz; vayamos prestos tras ella a buscarla. Primero, en nuestro interior, en nuestros propios corazones, para luego ofrecerla como regalo de pascua a los demás.

¿Queremos paz? Generemos entonces ambientes de respeto, de cordialidad, de amor, para que los niños sepan, porque la viven a partir del abrazo cálido del padre, la sonrisa fresca y limpia de la madre y el calor de una familia, que sin ser la de Nazaret, con sus propias imperfecciones, urgencias y complicaciones, existe y tenemos.

La paz es la luz que necesita el mundo para vivir mejor y, la luz, como Él lo dijo, no se hizo para esconderla bajo la mesa sino para retirar las sombras e iluminar la senda.

Pero la paz no se genera sola, hay que crearla, hay que activarla y eso solo se elabora en los ambientes que somos capaces, como humanos, como padres o como educadores, de recrear en hogares y aulas.

La paz es amor, es respeto, es consideración, no se la encuentra en la sobreprotección del amor que agobia y no deja crecer, no se observa ni en la plena complacencia ni en la permisibilidad del dejar hacer; la paz surge en ambientes en los que las personas se reconocen como humanas, como libres, como buenas.

El lenguaje de los padres, el vocabulario cargado de improperios, la altisonancia de gritos ofensivos, el golpe violento e ineficaz a la pareja o al hijo, no son marco propicio para que surja esa paz que llena el alma, que buscamos con fuerza en esta Nochebuena y que queremos vivir a plenitud mañana en Navidad.