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Sin pertenencia

Avatar del Abelardo García

El profesor público no es un observador ausente ni un agente externo en la acción de la educación fiscal’.

Después de estos tiempos de pandemia en los que el abandono de las escuelas y colegios públicos ha sido evidente por pérdidas, robos y destrucción, cabe preguntarse: ¿de quién son? ¿A quién pertenecen esos locales escolares? Parecería, equivocadamente, que no son de nadie, que a nadie le importan, que como no hay guardias ni conserjes nadie debe preocuparse por ellos.

He ahí la diferencia, en la institución privada, en ocasiones, el mismo dueño-director, con escoba en mano se preocupa y cuida de su entorno; mas como el colegio público “no es de nadie”, no genera pertenencia, no es llevado en el alma de quienes lo constituyen, queda postergado y perdido en el abandono, salvando las excepciones que sí hemos conocido a lo largo de nuestra vida, de autoridades y maestros fiscales que aman su espacio escolar.

Pero en términos generales no hay pertenencia, nadie se siente dueño ni apersonado y, en el encogerse de hombros y simplemente en el no hacer nada, se refugia una gran mayoría de profesionales que son de alguna manera culpables por el abandono que provocan y por el daño que se produce. A la institución pública hay que devolverle sentido de pertenencia y que su profesorado entienda que el Ministerio lo son todos.

Resulta cómodo ser contratado por el Ministerio y alzarse como su contradictor, como su enemigo, negando que la plaza estatal, que la partida fiscal es un compromiso que se asume para formar parte de ese ejército de paz que debiera ser el magisterio en nuestro sistema público. Que esa partida es un vínculo entre el individuo-profesor y el Ministerio de educación.

El profesor fiscal es parte del Ministerio, representa a este en la trinchera, en el día a día y en el aula. Sus manos resultan ser las ejecutoras de los pensamientos de la planta central; por eso no cabe y duele el abandono y la desidia en que caen muchas instituciones.

El profesor público no es un observador ausente ni un agente externo en la acción de la educación fiscal, es el punto de contacto entre el Ministerio y el alumno; por ello, han de llenarse de pertenencia y amor para cumplir su misión.