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Alfonso Albán: ¿A qué le temen los políticos?

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¿A qué le temen los políticos que no conocen de límites de la legalidad, moralidad y la ética?

Si algo nos demuestran los casos Purga y Metástasis es que los operadores políticos involucrados no le temen a nada, ni siquiera a la muerte. Codearse con personajes vinculados al narcotráfico como lo gestó, según la investigación fiscal, el exlegislador correísta Ronny Aleaga es jugar con su vida. No es por nada el concepto de que una vez dentro de la mafia, es difícil o imposible salirse. Relacionarse con el extinto narcotraficante Leandro Norero a través de Xavier Jordán, su operador político y prófugo de la justicia, es no respetar ni siquiera la vida de su familia.

Tampoco le temen a la cárcel. Saben que el corrupto sistema de justicia los ampara de la mano de jueces vendidos a sus intereses y que, si son apresados, pueden librarse de las rejas con una acción de protección o un habeas corpus. De estos hay ejemplos de sobra. En el mejor de los casos, ni siquiera tienen que sobornar a algún juez, basta con huir del país o refugiarse en una embajada.

Tampoco temen involucrar a su familia. Ya no hay respeto por la sangre, ni por la relación conyugal. El exlegislador socialcristiano Pablo Muentes arrastró en su jugarreta de tirar de los hilos en la Corte de Justicia del Guayas a su esposa, Mónica Alvarado, quien ahora está detenida e involucrada por delincuencia organizada. Su hijo va por el mismo camino.

¿A qué le temen los políticos que no conocen de límites de la legalidad, moralidad y la ética? Luego de reflexionar sobre esta pregunta, puedo concluir que hay algo a lo que sí le temen: una sociedad crítica. Cuando los ciudadanos cuestionan el poder que ejercen los políticos es cuando estos empiezan a perderlo, y a eso le tienen pavor. Por eso es importante la educación que, como lo escribí en una pasada columna, es nuestra única salvación a largo plazo en contra de la corrupción. Y quisiera sumarle un factor más: medios de comunicación realmente comprometidos con los ciudadanos. Que no respondan a grupos económicos, ni vendan su dignidad. Si los políticos no temen por su vida, por la de su familia o por las consecuencias de violar la ley, hagamos que le teman a la sociedad.