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Alfonso Albán | Algo está mal

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Por más duro que suene: la democracia en Ecuador es una ficción

A ver si entiendo bien: el movimiento Construye fue sancionado con su cancelación del registro de organización política por no presentar un informe económico, mientras la Revolución Ciudadana, salpicada con serios vínculos con el narcotráfico; y el Partido Social Cristiano, también manchado por las actuaciones irregulares de Pablo Muentes y de las gestiones de los exalcaldes Cynthia Viteri y Dalton Narváez siguen tranquilamente con su vida jurídica. Me parece que entendí bien. Ese es el sistema jurídico electoral que tiene Ecuador.

Más allá de los argumentos legales, de que si se presentó el informe económico dentro o fuera de la fecha legal o si se notificó a unos y no a otros, la cancelación de la segunda fuerza política con mayor representación en la Asamblea Nacional es un golpe a la democracia del país, que viene justo de quienes deberían ser sus guardianes. Este lamentable episodio debe obligarnos a todos a cuestionar el sistema jurídico electoral. Es uno que permite sanciones desproporcionadas e injustas a la infracción cometida. Uno que avala que organizaciones políticas manchadas por el narcotráfico y la corrupción sigan sin ningún problema haciendo e influyendo en la política nacional. Uno que permite a prófugos de la justicia como Rafael Correa hacer campaña electoral desde su guarida. Uno que registra a 238 organizaciones políticas (con corte al 26 de marzo del 2024) que más que partidos y movimientos políticos son empresas electorales. Algo está mal.

Y esta realidad solo se sostiene con un Consejo Nacional Electoral complaciente y cómodo, y con organizaciones políticas representadas en la Asamblea Nacional que se sienten confortables, a sus anchas, con esas reglas del juego.

Lo dije en una columna pasada y lo repito, por más duro que suene: la democracia en Ecuador es una ficción. Y lo seguirá siendo mientras tengamos un CNE que en lugar de ser un guardián de la democracia sea su carcelero; y mientras existan partidos y movimientos políticos que hacen de la democracia un fin de lucro. Si esto no cambia, seguiremos viendo injusticias disfrazadas de legalidad, como la cometida con Construye.