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A mojarse el poncho

Avatar del Alfonso Albán

Entiendan que las elecciones -aunque lo parezcan- no son un concurso de quién es la persona más simpática

El silencio no es, ni debe ser una característica de un político y menos de quienes aspiran a serlo. Sin embargo, el no hablar se ha convertido en la política de los políticos. El tirar tierra a los hechos, el dejar que el tiempo pase y disipe el momento propicio para pronunciarse, el eludir responder -no a los medios de comunicación- a los ciudadanos. El silencio es el componente que, sumado al escaso interés ciudadano en exigir lo que por derecho le pertenece, completó la fórmula perfecta para que aquellos políticos usufructúen de los impuestos de los contribuyentes, ganándose ostentosos salarios haciendo el mínimo esfuerzo.  Es una práctica nociva que ahora se contagia a las nuevas generaciones de políticos.

Aunque el silencio no deja de ser en el fondo una respuesta, no es lo que merecen los ciudadanos. Quienes están próximos a administrar el país y a crear sus leyes están en la obligación de contestar. Lo que salga de su boca será lo que su conciencia les dicte, pero los contribuyentes tienen derecho a conocer lo que piensan. Y sobre aquello que digan serán evaluados.

Esto da pie a otra característica de la que carecen algunos políticos y más los que recién incursionan en estas ligas: tener la piel muy sensible. No hay que tomar la frase en la literalidad. Me refiero a que son poco receptivos a la crítica. A que se indague sobre su vida privada.

Señores aspirantes a presidente, vicepresidente y asambleístas, entiendan que las elecciones -aunque lo parezcan- no son un concurso de quién es la persona más simpática. No esperen siempre aplausos en cada entrevista, o que todo el tiempo les hagan preguntas de cajón cuyas respuestas ya memorizaron. Si no están preparados para contestar lo básico que un futuro legislador debe saber, simplemente no se postulen. Si no están listos para resistir y responder a las críticas y a los temas realmente importantes para los ciudadanos, no se postulen. Quédense tranquilos en sus espacios en la academia, en sus empresas, en su quehacer privado. No quiero que se me mal interprete. Necesitamos cada vez más ecuatorianos incursionando en la política, claro que sí... pero más ecuatorianos preparados. Listos para contestar a los ciudadanos y a las críticas, y siendo conscientes de que para plantear soluciones primero hay que saber lo básico.