Andrés Isch: Arte para no morir

El arte puede embellecer al Ecuador, a sus barrios, calles y al alma de los ciudadanos
Nietzche creía que el arte era un valor superior y fundamental para la humanidad: “Tenemos arte para no morir de la verdad”. Una manera de trascender, de ir más allá de la realidad, no porque sea un escape sino porque es una herramienta para crearla y transformar la miseria en goce.
Es curioso contrastar este concepto con cómo suele entenderse el arte desde el ejercicio de la política. Se la mira con recelo y hasta desprecio, tal vez por la naturaleza subversiva de muchos artistas que se revelan ante el poder (también hay los que lo hacen a costa de traicionar los intereses de quienes dicen representar). O tal vez sea porque asocian al arte con entretenimiento y, por lo tanto, con pereza, reduciéndola a una actividad marginal en cuanto al crecimiento económico o la generación de empleo.
Lo cierto es que el arte puede ser un gran motor de desarrollo para el país. Es un arma contra el crimen organizado, pues tiene la capacidad de canalizar la frustración de miles de jóvenes, alejándolos de la violencia, para darles un motivo de orgullo. El arte puede quitarle horas hombre al narcotráfico y contrarrestar la razón principal por la que los más chicos buscan ser parte de una pandilla: la necesidad de una identidad.
También puede ser una inagotable fuente de trabajo y riqueza. Ya hoy la economía naranja, la economía de la creatividad, mueve más dinero que el petróleo. Trillones de dólares en videojuegos, entretenimiento y actividades lúdicas que están al alcance de la mano de los ecuatorianos.
El arte puede embellecer al Ecuador, a sus barrios, calles y al alma de los ciudadanos. Pero no llegará sola, aún hay una histórica deuda desde la gestión pública. Necesita de políticas sostenidas de apoyo, desde los primeros niveles educativos, para permitir que los niños exploren su creatividad sin miedo, hasta una formación técnica especializada para los que deseen transformarla en su actividad principal. Y, sobre todo, necesita de libertad, pues es la antípoda de pensamiento único, de la sumisión al Estado y de la decadencia moral de los regímenes totalitarios.
Arte para un futuro lleno de vida.